Reflexión dominical Domingo XVII; 24-VII-2011 El Reino de Dios

S. Mateo presenta hoy: “el Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo… el que lo encuentra vende cuanto tiene y compra aquel campo… El Reino de los cielos se parece a un comprador de piedras preciosas; encontrando una, vende cuanto tiene y la compra”. Las dos comparaciones profundizan en el tema del Reino como misterio, esto es como un tesoro escondido: vale la pena dejar todo para adquirirlo. Solo entendiendo esta enseñanza se es verdadero discípulo que podrá anunciar el Reino a otros.
El vocabulario eclesial conserva expresiones como la venida del Reino o edificación del Reino; expresiones que parecen haber perdido su dinamismo y su contenido claro y sólido. Hay un gran contraste entre la enseñanza bíblica sobre el Reino y la pobre idea que los cristianos tenemos de ello. La imagen del Reino casi no nos dice nada a nuestras mentes. Y sin embargo, el Reino constituye el objeto principal de la predicación en el Nuevo Testamento. Juan Bautista y Jesús inician su predicación con el anuncio de gozo: “el Reino de Dios está cerca”; la Buena Nueva proclamada por Jesús, es, en definitiva, la venida del Reino: ¿qué cosa nos quiere decir Jesús?
Jesús personifica y es el Reino, anunciando que la larga espera se ha terminado; las promesas que constituían la sustancia y el fundamento de la esperanza mesiánica, ahora son realidad. Puesto que constantemente estamos pidiendo en el Padre Nuestro: “venga a nosotros tu Reino”, tratemos de identificar qué queremos decir.
Los judíos antiguos, soñaban con la instauración del Reino, entendido como supremacía de Israel sobre las naciones colindantes. Pero el Reino no es comida ni bebida, ni equivale a estructuras sociales; sino alegría, paz y gozo en el Espíritu Santo; exprimamos un poco más este núcleo. Los evangelistas utilizan expresiones como Reino de Dios, Reino de los cielos, Reino del Padre, Reino del Hijo del hombre o de Jesús o Reino sin más.
La expresión Reino de los cielos sugiere que el Reino no es terreno, sino que viene de lo alto y que equivale a la noción de vida eterna. Por ello se le compara con un banquete, que los judíos rechazaron y al que son luego invitados los paganos. En este aspecto, el Reino es de carácter distinto de las condiciones terrenas y sociológicas; el banquete al que son llamados los paganos tras la negativa de los primeramente invitados, simboliza un Reino escatológico, que nos es privilegio de los judíos a los que Jesús llama “los hijos del Reino”, porque fueron los primeros en ser llamados y no porque tuvieran garantizada su posesión; al contrario, la incredulidad es causa de exclusión y hoy hay muchos excluidos.
Sus características son: un nuevo modo de vivir en la quinta esencia del Evangelio, como las Bienaventuranzas, el Magnificat, los consejos evangélicos, las obras de misericordia, las virtudes morales, etc. Y las exigencias para entrar a el son la obediencia y la práctica del amor a Dios y al prójimo, la conversión, cambio de espíritu, desasimiento de los intereses terrenos para recibir con disponibilidad de niño la Buena Noticia del orden nuevo en Cristo. La Iglesia lo canta en un canto popular; tu Reino es vida, tu Reino es verdad, tu Reino es justicia, tu Reino es paz, tu Reino en gracia, tu Reino es amor.
Este Reino ya está en germen, en medio de nosotros, aunque siempre estará avanzando hacia su plenitud, digamos que está aún por completarse. Su realización será siempre un don libre por parte de Dios; pero también, esa misma realización se cumple cada día con la intervención conjunta de los creyentes en Cristo. Por eso es nuestra responsabilidad trabajar empeñosamente por el Reino.

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