Homilía Domingo XVI ordinario; 22-VII-2012


Los servidores y no dueños del rebaño

             Hoy, el Evangelio de S. Marcos, presenta a Jesús, conduciendo a los Apóstoles a descansar, después de de unos viajes misioneros de predicación: Jesús quiere estar con los suyos, pues para eso los llamó: para estar en su compañía, para hacerlos sus amigos y para revelarles como a amigos todo lo que se refiere al Evangelio para desatar los nudos de la conciencia y para  renovar  el mundo. Y, “desembarcando, Jesús vio mucha gente, se conmovió por ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles largamente  muchas cosas”. Esta escena contiene la pregunta fundamental de S. Marcos: “¿quién es Jesús?”, y su respuesta: Jesús, es el verdadero pastor anunciado por los profetas.

             La comparación de los patriarcas como pastores que guían a Israel, está profundamente enraizada en la experiencia de los pueblos arameos nómadas, pertenecientes a una cultura de pastores. La aplicación del título de pastor que guía, expresa de un modo admirable dos aspectos aparentemente contrarios. Es un hombre fuerte, capaz de defender su rebaño contra las bestias feroces; es también un hombre delicado hacia sus ovejas, conociendo su situación, adaptándose a ella y rescatándolas en los brazos, amando tiernamente una por una, como a hijas.

             Su autoridad, fundada en su devoción  y su amor, es indiscutida. Pero, frecuentemente su autoridad ofrece una tentación. De hecho, los pastores de Israel se manifestaron infieles a su misión, no buscando a Yahvé se revelaron contra Él, no se aplicaron al rebaño, sino que se apacentaban a sí mismos, dejando que las ovejas se dispersaran y se extraviaran.

 Yahvé tomará en su mando la dirección del rebaño, lo reunirá, lo conducirá y lo hará reposar en verdes pastos y aguas cristalinas. Después buscará  proveerlo de pastores según su corazón, hasta que sea un solo pastor, un nuevo David con Yahvé como Dios. Esta viva expectativa de los antiguos profetas                        tiene su cumplimiento en Jesús: “andaban errantes como ovejas, pero ahora han tornado al pastor y guardián de sus almas” (1Pe 2,25). El tema del rebaño disperso, es común a la primera lectura y al Evangelio, en donde se dice que Jesús “se conmovió por ellos, porque andaban como ovejas sin pastor”.

 Entre la promesa del Antiguo Testamento y su cumplimiento en el Nuevo,  hay un paralelismo puntual y a la vez contradictorio, a saber: por una parte, los que gobiernan como jefes, se aprovechan del pueblo que está distante de ellos; el pueblo se constituye por fuerza de un poder externo y         está disperso por los jefes. Por otra parte, el pueblo es convocado por la palabra de Jesús en el nuevo pueblo, Jesús es cabeza y pastor que reúne; Jesús y sus discípulos se esmeran y se entregan por el, de tal forma que no tienen tiempo ni para comer o descansar.

 La diferencia de método se revela más claramente en estas palabras del Señor: “los jefes de las naciones las dominan y los grandes ejercen el poder sobre ellas. No deberá ser así entre ustedes; sino el que quiera ser grande entre ustedes y el que quiera ser el primero entre ustedes, se hará su servidor, así como el Hijo del hombre, que no ha venido a ser servido sino a servir y dar su vida como rescate” (Mt 20, 25-28).

 Con estas y otras palabras, Jesús declara que los pastores de la Iglesia, puestos por Dios al frente de su pueblo, han de tener un modo totalmente diverso de aquel, del modo de ejercer la autoridad. A este respecto, es significativo, que todo Presbítero y Obispo, sea ordenado primero como Diácono, es decir servidor; estar humildemente al servicio de todos queda como un servicio fundamental de toda su acción. Y no son sólo los pastores quienes deben tener una conciencia diaconal o de servicio; son todos los cristianos. El cristiano no puede vivir ni por sí, ni para sí; es miembro de un organismo, pertenece al cuerpo de la Iglesia y en la docilidad al Espíritu Santo que lo anima, debe tener la disponibilidad de servir a este cuerpo, que es el cuerpo de Cristo.

 

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