VI domingo ordinario; 13-II-2011 La nueva ley

Hoy, leemos en la primera lectura, tomada de las tradiciones y enseñanzas de los sabios del AT: “si quieres, observarás los mandamientos; el ser fiel dependerá de tu buena voluntad… delante de los hombres están la vida y la muerte; a cada uno le será dado lo que escoja”. Esta sabiduría revelada es una solemne afirmación de la libertad humana, que explica el pecado. Elegir el querer divino es elegir la vida; oponerse es elegir la muerte.

S. Mateo expone hoy: “no piensen que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido para abolir, sino a dar cumplimiento… quien trasgreda uno sólo de estos mandamientos, aunque sea mínimo y enseñe a los hombres a hacer lo mismo, será considerado mínimo en el Reino de los Cielos”. Este Evangelio, nos orienta a las Bienaventuranzas: ser constructor de paz también excluye la ira, el odio y el rencor; la lealtad exige ser fiel a la propia esposa o esposo y no lesionar los derechos de otra familia con el adulterio; exige dar al “sí” o al “no” el valor de un juramento; y así lo demás.

Jesús vino a perfeccionar la ley con el “plus” que hace superar el carácter de ley y se la acepta desde una elección interior. De hecho la justicia de los fariseos se limitaba a la observancia externa de los artículos de la ley; y a ello también nosotros estamos expuestos. Pero, la justicia del cristiano no se limita a cumplir externamente las leyes o las tradiciones: el cristiano cumple, porque los últimos tiempos se han cumplido en Jesús y porque Jesús es el primero en obedecer la ley en comunión con el Padre Celestial. Cristo inaugura un nuevo criterio de valoración moral, esto es la intención personal.

En la nueva ley hay un “plus”: que es en el corazón donde se decide la actitud más verdadera y radical del hombre; es ahí donde es necesario poner la atención y la elección: esta es la exigencia superior de la ley, el “plus” con que Cristo lleva la ley a su cumplimiento y a su perfección.

No basta con no matar, es necesario no llenarse de ira; no basta con no cometer adulterio, es necesario no desear la mujer del prójimo. No basta con lavarse las manos antes de los alimentos, es necesario purificar el interior del hombre. No basta con erigir monumentos a los profetas, es necesario no acallarlos, matándoles. No basta con decir, Señor, Señor, es necesario hacer la voluntad del Padre que está en el Cielo. No basta orar con palabras sin fin, es necesario tener fe en la voluntad de Dios. No bastan con sacrificios menores, es necesario poner en primer lugar la justicia, la misericordia y la fe.

Finalmente, tengamos en cuenta, que la ley es impuesta al hombre desde el exterior; lo nuevo aportado por Cristo está en otra parte: Jesús exige desde la voluntad y desde el corazón. Y, si Cristo exige un “plus”, la motivación está en aquello “pero yo les digo”. Quien lo impone es Cristo, quien primero dio el ejemplo. El amor a los enemigos, soportar el sufrimiento y la persecución son posibles al cristiano porque es solicitado y ayudado por Él que va delante. El cristiano no obedece solo una ley, sino que se pone en seguimiento de Cristo que lo precede y que resulta para él modelo, ley, instancia, suprema fuerza interior por el don del Espíritu Santo, premio y amor beatificante.

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