Episcopeo «En qué se reconoce a un discípulo de Jesús: en el amor a la manera del crucificado»

El tema del discipulado vuelve al primer plano en este domingo: “En esto conocerán todos que sois discípulos míos” (Juan 13,35). La clave es “el amor”: “Si os tenéis amor los unos por los otros” (Juan 13,35b). Respuesta clara y contundente. Sin embargo: se habla tanto de amor hoy, ¿de qué tipo de amor estamos hablando? ¿Dónde está la novedad? ¿Cuál es su fundamento? ¿Es posible amar de esa manera?

Nos pueden motivar las palabras del Papa Benedicto XVI: “La fe, que hace tomar conciencia del amor de Dios revelado en el corazón traspasado de Jesús en la cruz, suscita a su vez el amor. El amor es una luz (en el fondo la única) que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar. El amor es posible, y nosotros podemos ponerlo en práctica porque hemos sido creados a imagen de Dios” (“Dios es Amor” No.39).

El texto de Juan 13,31-35: hay un contraste entre oscuridad y luz, más exactamente la oscuridad del odio y la luz reveladora del amor. (1) La oscuridad del discípulo desertor que se va.  Judas acaba de salir del cenáculo para alejarse definitivamente de Jesús, “era de noche”. Judas se pierde en medio de las tinieblas (2) La luz que proviene de la entrega amorosa de Jesús en la Cruz. Como consecuencia de la “entrega” (13,21), Jesús también se va, pero en otra dirección: la de la Gloria de Dios. Es así como Jesús toma la palabra y comienza a hablar insaciablemente de la glorificación. En el esplendor de esta luz se revela el amor extraordinario e incondicional de Dios por los hombres, una luz que brillará también en la vida de los discípulos cuando sean capaces de amarse con la profundidad y la fidelidad con que lo hizo Jesús crucificado.

En las últimas horas de convivencia terrena de Jesús con sus discípulos “Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros”, Jesús habla de su futuro y del de sus discípulos. Justo en el momento en que parece venirse abajo definitivamente la vida y el ministerio de Jesús, Él ayuda al resto de sus discípulos a entender (1) el sentido de su muerte en la Cruz (13,31-32) y (2) cuál será el oficio más importante de ellos a partir del momento en que ya no lo tengan de forma visible ante sus ojos (13,33-35).

En el momento más oscuro la luz del amor entre los dos (el Padre y el Hijo) y de los dos por el mundo hace radiante el acontecimiento. He aquí, el verdadero carácter de la muerte de Jesús y hay que acogerlo con una gran fe en este tiempo pascual.

Centramos la atención en el amor entre el Padre y el Hijo que se da a conocer por medio de la “glorificación” en la cruz; allí los discípulos comprendieron cuánto los amaba Jesús. Ahora nos centramos en la relación entre los discípulos de Jesús,

Cuando Judas salió del cenáculo cambió el panorama: quedó en evidencia la partida de Jesús y los discípulos se turbaron de tristeza (14,1) con el anuncio final de esta partida: “Ya poco tiempo voy a estar con vosotros”. Jesús habla a los discípulos con palabras cargadas de ternura, casi con expresión de amor paterno-materno: “Hijos míos”. Jesús ha estado en medio de su comunidad y la ha protegido “Cuando yo estaba con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado”, pero ahora Él sigue adelante su camino, que pasa por la muerte.

            Los discípulos no lo seguirán de forma inmediata por este camino que conduce a la gloria (13,33b), pero sí lo harán más tarde.  De ahí que estamos ante el fin de la comunión terrena de Jesús con su comunidad y el comienzo de nuevo tipo de relación entre el Maestro y sus discípulos.

Jesús le da a sus discípulos el mandato del amor: “Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros” (13,34).  Esta es la manera concreta como (1) Jesús continuará en medio de su comunidad y, al mismo tiempo, (2) los discípulos serán identificados en cuanto tales en el tiempo pascual.

Cada uno de los discípulos ha sido amado fuertemente por Jesús. Ahora la vida de ellos debe estar sostenida y orientada por este mismo amor. La experiencia del amor de Jesús, cuya cumbre se capta y se recibe en el amor de la Cruz, envuelve completamente la vida de los discípulos. Esta vida en el amor es la luz de los discípulos (ver el Prólogo de Juan 1,4).

Jesús habla de un “mandato nuevo” (13,34). Pero, ¿en qué está lo nuevo, si ya había un mandamiento parecido en el Antiguo Testamento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Lo nuevo está en la experiencia de base: Jesús no habla de amor en abstracto o de forma genérica sino que su referente es el “como yo os he amado”.  Es el comportamiento y las actitudes de Jesús lo que da los límites y el estilo de este amor; en este sentido el mandato de Jesús es completamente nuevo, porque sólo los discípulos han experimentado su amor y porque sólo en la Cruz se reveló en plenitud el amor de Jesús y el del Padre.

El amor de los discípulos toma forma en el molde de la Cruz. El mandato no está en el simple hecho de “amar” sino de “amar a la manera de Jesús”. Por eso debe ser un amor de aceptación del otro aún en su pecado, un amor que efectivamente ayuda y trasforma, un amor que se despoja de sí mismo para buscar el bien del otro, tal como hizo Jesús.

De esta forma se revelará que Jesús está vivo y presente en medio de sus discípulos. En su forma de amar, cada uno le hará presente Jesús a su hermano.  La característica más importante de Jesús es el “amor” y su presencia resucitada en la comunidad se verifica precisamente en este punto.

 

Durango, Dgo., 28 de Abril del 2013                                  + Mons. Enrique Sánchez Martínez

                                                                                         Obispo Auxiliar de Durango

                                                                                      Email: episcopeo@hotmail.com

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