E P I S C O P E O La familia es la primera responsable de la transmisión de la fe cristiana
E P I S C O P E O
La familia es la primera responsable de la transmisión de la fe cristiana
“El primer ámbito que la fe ilumina en la ciudad de los hombres es la familia”. La Iglesia invita a todos y en especial a los padres de familia a reflexionar sobre la responsabilidad que tienen en el cultivo de la fe de la propia familia, puesto que el hogar es un lugar privilegiado para el crecimiento en una fe sólida e integral. Transmitir la fe a los hijos, con la ayuda de otras personas e instituciones como la parroquia, la escuela o las asociaciones católicas, es una responsabilidad que los padres no pueden olvidar, descuidar o delegar totalmente. Esto quiere decir que los padres tienen el protagonismo insustituible en la educación de la fe de sus hijos. Con el objetivo que sus hijos crezcan y asuman su propia vida de fe y así contribuyan con su familia a crecer y madurar y dar frutos abundantes para la sociedad.
Lumen Fidei (53): “En la familia, la fe está presente en todas las etapas de la vida, comenzando por la infancia: los niños aprenden a fiarse del amor de sus padres. Por eso, es importante que los padres cultiven prácticas comunes de fe en la familia, que acompañen el crecimiento en la fe de los hijos. Sobre todo los jóvenes, que atraviesan una edad tan compleja, rica e importante para la fe, deben sentir la cercanía y la atención de la familia y de la comunidad eclesial en su camino de crecimiento en la fe”.
Un elemento necesario en la transmisión de la fe en la familia es Orar y celebrar la fe en familia. La fe en la familia crece en la oración, que es como el aire que el cristiano respira. Llena de la gracia de la fe, la familia se sostiene y se realiza como camino de santidad, principalmente, por la oración. «Familia que reza unida, permanece unida».
Crecer en la vida de oración es tarea de todos: los padres, que van madurando interiormente; los hijos, que van entrando poco a poco en el mundo de los adultos. La participación del niño en la oración comienza ya desde el vientre materno, puesto que la madre es capaz de transmitir a su hijo los más tiernos sentimientos de piedad. Es muy recomendable que los niños se familiaricen con la vida de oración desde muy pequeños, en esa etapa los niños son especialmente sensibles para las cosas de Dios. Deben aprender a rezar no sólo con la Señal de la Cruz u otras oraciones (Padre Nuestro, Ave María, etc.), sino sobre todo con la oración libre y espontánea de acción de gracias, petición, alabanza e intercesión.
¿Qué pueden hacer los papás? Pueden levantar a sus hijos con una jaculatoria, orar por un breve momento antes de salir a la escuela o al trabajo, hacer oraciones espontáneas a lo largo del día, agradecer a Dios por las cosas buenas y sencillas que ocurren (el nacimiento de un hermano o primo, el alivio de una enfermedad, la aprobación en un examen, el empleo logrado, etc.). Un momento privilegiado para orar en familia es cuando están juntos en la mesa y se agradece a Dios por el alimento recibido. También por la noche, antes de acostarse, es un excelente momento para bendecir a los hijos, pedir perdón por las posibles faltas, suplicar a Dios su ayuda para los más necesitados y renovar los buenos propósitos. Así, la familia va descubriendo que toda la jornada adquiere su sentido último y es iluminada por la presencia de Dios.
También en la celebración de los Sacramentos la familia puede experimentar un especial crecimiento de la fe. De modo especial, en la participación de la familia en la Misa dominical: la familia descubre la belleza del Día del Señor, la importancia de la escucha de la Palabra, y participa activamente en los ritos sagrados, con la comunidad y el sacerdote. No es sólo una tradición que hay que conservar, sino un momento privilegiado para educar a sus hijos en la apertura a los sagrados misterios de la fe.
Conviene mencionar la importancia del Sacramento de la Reconciliación (confesión). Los niños descubren la riqueza de ese sacramento de modo especial cuando ven a sus propios padres arrodillados en el confesionario, pidiendo perdón a Dios por sus faltas. Así, van descubriendo la importancia de la humildad, del perdón y de la gracia de Dios que purifica y fortalece al cristiano penitente. También es importante cultivar las devociones en las familias. Es muy importante que en el hogar existan signos claros de la presencia de Dios, como las imágenes de los santos, un oratorio, el agua bendita, el crucifijo o una Biblia abierta en un lugar privilegiado. Ese ambiente orante invita a la fe, suscitando la confianza en Dios en todos los miembros de la familia.
La oración de la familia puede realizarse de acuerdo al tiempo litúrgico, En el Adviento cuando juntos se preparan para la Navidad, juntos y en oración pueden ir encendiendo poco a poco la Corona del Adviento, y armar el Nacimiento en los días previos de la gran fiesta. También crece la fe en la Cuaresma, cuando la familia vive los medios propuestos por la Iglesia para la celebración adecuada del Triduo Pascual, momento central de la celebración cristiana de la fe, que debe ser vivida intensamente por toda la familia. De esa forma es como ella se va haciendo “Iglesia doméstica”.
Durango, Dgo., 20 de Octubre del 2013 + Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango
Email: episcopeo@hotmail.com
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!