No hay desarrollo pleno, ni un bien común universal sin el bien espiritual y moral de las personas
El desarrollo tecnológico está muy relacionado con los medios de comunicación social. Muchos defienden la neutralidad y autonomía de los medios, con respecto a la moral de las personas, esto es absurdo. Cuando sólo se admite la naturaleza estrictamente técnica de los medios, se está favoreciendo una subordinación a los intereses de la economía y del mercado, y la imposición de parámetros culturales ideológicos. Los medios tienen mucho que ver en la determinación de los cambios del modo de percibir y de conocer la realidad y de la misma persona humana. Se necesita reflexionar seriamente sobre la influencia ético-cultural, de los medios en la globalización y en el desarrollo solidario de los pueblos. El sentido y finalidad de los medios de comunicación debe buscarse en su fundamento antropológico, es decir, se pueden humanizar cuando se organizan y se orientan bajo la luz de una imagen de la persona y del bien común y reflejen sus valores universales. El hecho que los medios multipliquen las posibilidades de interconexión y de circulación de ideas, no favorece la libertad, ni globaliza el desarrollo y la democracia para todos. Se necesita que los medios de comunicación estén centrados en la promoción de la dignidad de las personas y de los pueblos animados por la caridad y se pongan al servicio de la verdad, del bien y de la fraternidad natural y sobrenatural.
La bioética es un campo prioritario y crucial en la lucha cultural entre el absolutismo de la técnica y la responsabilidad moral, aquí está en juego la posibilidad de un desarrollo humano e integral. La bioética es un ámbito delicado y decisivo donde se plantea la cuestión fundamental: “si el hombre es un producto de sí mismo o si depende de Dios”. Los descubrimientos científicos en este campo llevan a tomar una decisión entre dos tipos de razón: una razón abierta a la trascendencia o una razón encerrada en la inmanencia. Es una decisión de gran importancia. La racionalidad del quehacer técnico centrada solo en sí misma se revela como irracional, ya que rechaza una orientación de sentido y de valor. La Iglesia afirma que la razón y la fe se ayudan mutuamente. Solo juntas salvan al hombre. “Atraída por el puro quehacer técnico, la razón sin la fe se ve avocada a perderse en la ilusión de su propia omnipotencia. La fe sin la razón corre el riesgo de alejarse de la vida concreta de las personas”.
La cuestión social hoy se ha convertido radicalmente en una cuestión antropológica, ya que implica no solo el modo de concebir, sino de manipular la vida, expuesta por la biotecnología a la intervención del hombre; esto se percibe en la fecundación in vitro, la posibilidad de la clonación y la hibridación humana, donde el absolutismo de la técnica encuentra su máxima expresión. Actualmente hay nuevos escenarios inquietantes para el futuro del hombre, hay nuevos instrumentos de la cultura de la muerte: la plaga trágica del aborto, una sistemática planificación eugenésica de los nacimientos; la eutanasia como manifestación abusiva del dominio sobre la vida. Detrás de estos escenarios hay planteamientos culturales que niegan la dignidad humana y a su vez estas prácticas fomentan una concepción materialista y mecanicista de la vida humana. ¿Cuáles serán los efectos negativos sobre el desarrollo humano de esta mentalidad? Ya se pueden percibir algunas consecuencias: existe una indiferencia ante tantas situaciones humanas degradantes, porque nuestra actitud es indiferente ante lo que es humano y lo que no lo es. ¿Qué es lo que hoy se propone como digno de respeto? Muchos se escandalizan por cosas secundarias pero toleran injusticias; aumentan los pobres en el mundo, mientras que los ricos no escuchan estos lamentos, es que su conciencia es incapaz de reconocer lo humano. “Dios revela el hombre al hombre”; la razón y la fe colaboran a la hora de mostrarle el bien, con tal que lo quiera ver; la ley natural, en la que brilla la razón creadora, indica la grandeza del hombre, pero también su miseria, cuando desconoce el reclamo de la verdad moral.
El espíritu tecnicista considera los problemas y los fenómenos que tienen que ver con la vida interior solo desde un punto de vista psicológico e incluso algo meramente neurológico. De esta manera la interioridad del hombre se vacía y la conciencia del alma humana se pierde progresivamente. El problema del desarrollo está estrechamente relacionado con el concepto que se tenga del alma del hombre, ya que el yo se ve reducido muchas veces a la psiqué, y la salud del alma se confunde con el bienestar emotivo. Esto se origina por la incomprensión de lo que es la vida espiritual. Se corre el peligro de ignorar que el desarrollo del hombre y de los pueblos depende también de las soluciones que se dan a los problemas de carácter espiritual. El desarrollo debe abarcar, además de un progreso material, uno espiritual, ya que el hombre es “uno en cuerpo y alma”, nacido del amor creador de Dios y destinado a vivir eternamente. Lejos de Dios, el hombre está inquieto y se hace frágil. Los indicadores de la sociedad actual lo demuestran: la alienación social y psicológica; las neurosis que caracterizan la sociedad opulenta; una sociedad del bienestar, materialmente desarrollada, pero que oprime el alma; nuevas formas de esclavitud como la droga, y la desesperación; el vacío del alma en que se siente abandonada y que hace sufrir al hombre; todo esto tiene una explicación no solo sociológica o psicológica, sino esencialmente espiritual.
Cuando la técnica se absolutiza produce incapacidad para percibir todo aquello que no se explica con la pura materia. Todos los hombres tienen experiencia de aspectos inmateriales y espirituales de su vida. En todo conocimiento y acto de amor, el alma del hombre experimenta un “más” que se asemeja mucho a un don recibido. También el desarrollo del hombre y de los pueblos alcanza un nivel de altura, si se considera la dimensión espiritual que debe incluir necesariamente el desarrollo para ser auténtico. Para esto se necesitan unos ojos nuevos y un corazón nuevo, que superen la visión materialista de los acontecimientos humanos y que vislumbren en el desarrollo ese “algo más” que la técnica no puede ofrecer. Por este camino se podrá conseguir el desarrollo humano integral, cuyo criterio orientador se halla en la fuerza impulsora de la caridad en la verdad.
Durango, Dgo. 24 Enero del 2010. + Enrique Sánchez Martínez
Ob. Aux. de Durango