Desarrollo de los pueblos: la persona humana, la técnica y el progreso tecnológico

El desarrollo de los pueblos está unido al desarrollo de cada persona. Ésta, tiende por naturaleza a su propio desarrollo, que no se da automáticamente por una serie de mecanismos naturales, sino que depende de la misma capacidad de decidir libre y responsablemente de cada ser humano, y al mismo tiempo no depende solo de su capricho. La libertad está originalmente caracterizada por el ser, con sus propias limitaciones. Ninguno da forma a la propia conciencia de manera arbitraria, todos construyen su propio “yo” sobre la base de un “sí mismo” que nos ha sido dado. El desarrollo de la persona se degrada cuando ésta pretende ser la única creadora de sí misma. De modo análogo, el desarrollo de los pueblos se degrada cuando la humanidad piensa que puede recrearse utilizando solo los “prodigios” de la tecnología. Es importante fortalecer el aprecio por una libertad no arbitraria y si una verdaderamente humanizada; para esto es necesario que el hombre entre en sí mismo y descubra las normas fundamentales de la ley moral natural que Dios ha inscrito en su corazón.
El problema del desarrollo está estrechamente unido al progreso tecnológico. La técnica es un hecho profundamente humano, vinculado a la autonomía y libertad del hombre; en ella se manifiesta y se confirma el dominio del espíritu sobre la materia; le permite al ser humano dominar la materia, reducir los riesgos, ahorrar esfuerzos, mejorar las condiciones de vida; en ella el hombre se reconoce a sí mismo y realiza su propia humanidad, ya que responde a la misma vocación del trabajo humano; la técnica es el aspecto objetivo del actuar humano, cuyo origen y razón de ser está en el elemento subjetivo, es decir, en el hombre que trabaja. Así la técnica nunca es sólo técnica. Manifiesta quien es el hombre y cuáles son sus aspiraciones de desarrollo, expresa la tensión del ánimo humano hacia la superación gradual de los condicionamientos materiales. Por lo tanto, la técnica se inserta en el mandato de cultivar y custodiar la tierra, que Dios ha confiado al hombre y se orienta a reforzar esa alianza entre ser humano y medio ambiente que debe reflejar el amor creador de Dios.
El desarrollo tecnológico alienta la idea de la autosuficiencia de la técnica. Ésta tiene un rostro ambiguo, porque puede entenderse sólo como elemento de una libertad absoluta, que desea prescindir de los límites inherentes a las cosas. La misma técnica se podría transformar en un poder ideológico, que expondría a la humanidad al riesgo de encontrarse encerrada del cual no podría salir para encontrar el ser y la verdad. Cuando el único criterio de verdad es la eficiencia y la utilidad, se niega automáticamente el desarrollo. El desarrollo no consiste principalmente en hacer. La clave del desarrollo está en una inteligencia capaz de entender la técnica y de captar el significado plenamente humano del quehacer del hombre. La técnica atrae fuertemente al hombre, porque lo rescata de las limitaciones físicas y le amplía el horizonte. Pero la libertad humana es ella misma sólo cuando responde a esta atracción de la técnica con decisiones que son fruto de la responsabilidad moral. Es necesaria una formación para el uso ético y responsable de la técnica. Frente a ésta, se debe recuperar el verdadero sentido de la libertad, que no consiste en la seducción de una autonomía total, sino en la respuesta a la llamada del ser, comenzando por nuestro propio ser.
Actualmente en el mundo globalizado se ha desviado la mentalidad técnica con cauces humanistas hacia una tecnificación del desarrollo. El desarrollo de los pueblos frecuentemente es considerado como un problema de ingeniería financiera, de apertura a mercados, de bajadas de impuestos, de inversiones productivas, de reformas institucionales, solo como una cuestión exclusivamente técnica. Estas medidas son importantes y han funcionado en parte, pero el desarrollo nunca estará plenamente garantizado por fuerzas que son automáticas e impersonales, que vienen del mercado y de la política. El desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y agentes políticos que sientan fuertemente en su conciencia, la llamada al bien común. Se necesita la preparación profesional y la coherencia moral. Cuando se da una absolutización de la técnica se produce una confusión entre los fines y los medios. En esta red de relaciones económicas, financieras y políticas, se dan frecuentemente incomprensiones, malestar e injusticia; porque los conocimientos técnicos aumentan, pero sólo en beneficio de sus propietarios, y la situación real de la población que vive casi siempre al margen de estos flujos de riqueza y conocimientos, permanecen inalterados y sin posibilidades reales de emancipación

Durango, Dgo. 17 Enero del 2010. + Enrique Sánchez Martínez
Ob. Aux. de Durango

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