VEN ESPÍRITU SANTO A RENOVAR LA TIERRA
La fe del Concilio Vaticano II confiesa que “la Iglesia… no puede dejar de ser santa. En efecto, Cristo, el Hijo de Dios, a Quien con el Padre y con el Espíritu se proclama el sólo Santo, amó a su Iglesia como su esposa. Él se entregó por ella para santificarla, la unió a sí mismo como su propio cuerpo y la llenó del don del Espíritu Santo para gloria de Dios” (LG 39). La Iglesia es pues “el Pueblo Santo de Dios” (LG 12).
Todos los católicos adultos, ya estamos consagrados al Espíritu Santo por el Bautismo y por la Confirmación. En 1924 y 1925, ante circunstancias especiales, por medio de una plegaria de los Obispos mexicanos, se renovó la consagración; ante circunstancias especiales, también ahora, el pasado 20 de abril, los actuales Obispos mexicanos renovamos dicha consagración en la Basílica de Guadalupe. El día de hoy, 31 de mayo, domingo de Pentecostés, en todo México, serán consagradas las Diócesis. al Espíritu Santo; cada Obispo renovará la consagración de su Diócesis. Aquí en Durango, en las Vísperas de ayer renovamos nuestra consagración. Parroquias y Comunidades lo programarán.
Es verdad, que todos en la Iglesia somos imperfectos, defectuosos y pecadores. Pero también es verdad que estamos llamados a vivir en la santidad de la Iglesia por el Espíritu Santo que es el alma y el santificador de todos.
Por ello, aún teniendo la santidad primera por los Sacramentos de la Iniciación Cristiana, nos ponemos constantemente bajo la acción del Espíritu Santo con repetidas invocaciones y consagraciones para quedar progresivamente mejor dedicados y más disponibles a la acción del Espíritu.
Así pues la renovación de la consagración al Espíritu Santo, es una plegaria de consagración y de dedicación, por la cual de un modo consciente, vivo y personal cada quien renueva su pertenencia a Dios, reconociéndose todo de Dios, renunciando al mal, a los vicios y pecados que nos asechan, como cantamos en un canto popular: “yo soy de Dios, que dulce pensamiento, que llena el alma de celestial ardor; y el mismo Dios morar ansioso quiere en mí tan pobre y frío pecador”.
De donde, todos en la Iglesia, movidos por el Espíritu, hemos de vivir la santidad y comunicarnos unos a otros sus bienes sobrenaturales.
Por el Espíritu Santo que invocamos en la consagración, los Obispos hemos de ser los primeros en tender a la santidad, para comunicar en el ejercicio del ministerio no sólo la gracia de los Sacramentos sino también comunicar la santidad personal.
Igualmente los Presbíteros, que son los próvidos colaboradores de los Obispos en el servicio a la entera Comunidad, han de ser no sólo buenos administradores de los Sacramentos, sino también, buenos canales y buenos comunicadores de la gracia. Por ello, están entre los primeros que renovarán su consagración. Tras ellos los seminaristas.
También los Religiosos y las Religiosas están en primera línea de la renovación, porque ellos son la avanzada de la santidad en la Iglesia.
Así mismo, todos los simplemente bautizados y confirmados, no están exentos; igual y principalmente están llamados a renovar su dedicación y su consagración al Espíritu Santo, porque son los artífices de la transformación de las estructuras temporales.
¡Envía, Señor tu Espíritu y todo será recreado y se renovará la faz de la tierra!”.
Durango, Dgo. 31 de mayo del 2009.
Héctor González Martínez
Arz. de Durango