CXVI PEREGRINACIÓN A LA BASÍLICA
El próximo viernes, día 12 de junio, toca a nuestra Arquidiócesis de Durango peregrinar a la Basílica del Tepeyac para postrarse a los pies de la Sma. Virgen de Guadalupe.
La saludaré en nombre de todos con las palabras que conocemos: “Dios te salve Reina y Madre de misericordia; vida dulzura y esperanza nuestra: ¡Dios te salve!; a Ti clamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas”.
Es una plegaria muy atinada para saludar a la Guadalupana, porque ella misma así se reconoció en los diálogos con Juan Diego aquellos días 9-12 de diciembre de 1531: “Porque yo en verdad, soy vuestra madre compasiva, tuya y de todos los hombres que en esta tierra estáis en uno… porque ahí les escucharé su llanto, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores” (NM 29-30, 32).
Y efectivamente, por todas partes nos sentimos acosados, por plagas variadas, como lo expresamos en las renuncias de las Vísperas de Pentecostés:
Efectivamente en Pentecostés manifestamos nuestro deseo de abrirnos a un proceso de conversión, comunión y solidaridad y lo manifestaremos de nuevo el día 12 de este mes, en la Basílica de Guadalupe:
Renunciamos a participar de las injusticias de un sistema insolidario, en la que muchas veces se colabora consciente o inconscientemente hiriendo a los más pobres y débiles, sabiendo que están llamados a ser instrumentos de paz y de justicia.
Renunciamos a ser promotores o participes de la violencia en todas sus manifestaciones, sabiendo que esto contribuye a la destrucción de la vida familiar, física y emocional de personas y comunidades, sobre todo entre los jóvenes.
Renunciamos a la ignorancia religiosa, que es consecuencia del olvido de la savia religiosa contenida en la doctrina de la Iglesia, desconociendo el auténtico rostro de Dios Padre, ya que la ignorancia tiene mucho que ver con la mediocridad de nuestra vida cristiana.
Renunciamos a la apatía cívica y religiosa, al conformismo que impiden transformarnos en una Nación más santa, más cristiana, más humana, y más responsables de nuestro propio destino.
Renunciamos a la cultura de la muerte promovida por una visión social que se empeña en actitudes, comportamientos, instituciones y leyes que la favorecen y la perdiendo así, el sentido de la sacralidad e intangibilidad de la vida humana, de la conciencia social en la que ya no se cree en el valor inviolable de la vida.
Renunciamos al relativismo doctrinal, al reduccionismo ético y al pragmatismo que intentan interpretar la religión como reflejo imperfecto de la actividad complaciente y hasta sensual del hombre.
Invito y convoco a todos los fieles creyentes a saludar a Santa Ma. De Guadalupe en su casita del Tepeyac y a invocarla en tantas necesidades.
Durango, Dgo. 7 de junio del 2009
Héctor González Martínez
Arz. de Durango
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