LA CARIDAD EN LA VERDAD XII
“Fraternidad, Desarrollo Económico y Sociedad Civil”.
La caridad en la verdad pone al hombre ante la sorprendente experiencia del don. La gratuidad está en la experiencia del hombre de muchas maneras pero no la percibe. El ser humano está hecho para el don que desarrolla su dimensión trascendente. El hombre moderno cae en el error de considerar que él es el único autor de sí mismo, de su vida y de la sociedad, esto es fruto del egoísmo que procede del pecado de los orígenes. No hay que olvidar el pecado original, ni siquiera en la interpretación de los fenómenos sociales y en la construcción de la sociedad. “Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social y en la construcción de la sociedad”. Creerse autosuficiente y capaz de eliminar por sí mismo el mal de la historia, ha inducido al hombre a confundir felicidad y la salvación con formas inmanentes de bienestar material y de actuación social. En la economía se manifiestan los efectos perniciosos del pecado, cuando exige autonomía y no estar sujeta a injerencias de tipo moral, esto ha llevado a abusar de los instrumentos económicos y a veces de manera destructiva. Todo esto ha desembocado en sistemas económicos, sociales y políticos que han tiranizado la libertad de la persona y de los organismos sociales. De esta forma se elimina de la historia la esperanza cristiana, no hay que olvidar que es un poderoso recurso social al servicio del desarrollo humano integral, en la libertad y en la justicia. La esperanza sostiene la razón y le da fuerza para orientar la voluntad, la fe la suscita. La caridad en la verdad se nutre de ella y la manifiesta. La verdad, que como la caridad es don, nos supera. Nuestra propia verdad, nuestra conciencia personal, nos han sido dadas. La verdad no es producida por nosotros, se encuentra, se recibe.
Como don, al caridad en la verdad es una fuerza que funda la comunidad, unifica a los hombres. Nunca podrá ser organizada solo por las solas fuerzas del hombre. La unidad del género humano, la comunión fraterna, nace de la Palabra de Dios-Amor que nos convoca. El desarrollo económico, social y político, si quiere ser auténticamente humano, necesita dar espacio al principio de gratuidad como expresión de la fraternidad.
Cuando en la sociedad exista confianza recíproca, el mercado será: “la institución económica que permite el encuentro entre las personas, como agentes económicos que utilizan el contrato como norma de sus relaciones y que intercambian bienes y servicios de consumo para satisfacer sus necesidades y deseos”. Pero debe estar sujeto a los principios de la justicia conmutativa, que regula la relación entre dar y recibir entre iguales. La Iglesia en su Doctrina Social ha subrayado siempre la importancia de la justicia distributiva y de la justicia social para la economía de mercado; si el mercado se rige únicamente por el principio de equivalencia del valor de los bienes que se intercambian, no llega a producir la cohesión social que necesita para su buen funcionamiento. Sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica. Hoy la pérdida de confianza es grave.
Pablo VI afirmó que el sistema económico se habría aventajado con la práctica generalizada de la justicia, ya que los primeros beneficiados del desarrollo de los países pobres hubieran sido los países ricos. No fue así. Es equivocada la visión de quienes piensan que la economía de mercado tiene necesidad estructural de una cuota de pobreza y de subdesarrollo para funcionar mejor.
Durango, Dgo. 04 de octubre del 2009.
+ Héctor González Martínez
Arz. de Durango
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!