La pobreza, el desempleo, la desigualdad, favorecen la violencia y la inseguridad
La violencia y la inseguridad que se vive en el Estado de Durango, tiene como causa principal la delincuencia organizada, ésta es una realidad compleja y difícil de analizar. Existen además, otros factores que contribuyen a su existencia y estos, sí se pueden detectar e intervenir, sobre todo para prevenir, o por lo menos para disminuir sus efectos. Los obispos de México hemos señalado varios factores: en los campos de la actividad económica, en la vida política, en la vida social y en la cultura. Revisemos algunos aspectos de la actividad económica. “La desigualdad y la exclusión social, la pobreza, el desempleo, los bajos salarios, la discriminación, la migración forzada y los niveles inhumanos de vida, exponen a la violencia a muchas personas: por la irritación social que implican; por hacerlas vulnerables ante las propuestas de actividades ilícitas y porque favorecen, en quienes tienen dinero, la corrupción y el abuso de poder”.
El modelo económico actual ha entrado en crisis, desde hace tiempo y ha sido incapaz de resolver los problemas de la población. Lo único que ha generado es aumentar los signos negativos de la actividad económica. Sobre todo ha aumentado la desigualdad y se ha incrementado la pobreza en nuestro Estado, golpeando sobre todo a los más vulnerables. Son insuficientes los empleos que se han generado. Se necesita un cambio estructural, un nuevo modelo económico, que llevará a nuevas formas de administración pública.
Según la CEPAL (Comisión Económica para América Latina), “casi el 40 por ciento de la población en condiciones de miseria de toda Latinoamérica, considerada la región más desigual del mundo, sobrevive en México. Este país –en donde 27 millones de personas no tienen acceso a la alimentación, salud, vivienda ni educación– es el único que registró un “empeoramiento” de la pobreza. La ONU señala que la vida en los pueblos indígenas mexicanos se compara con la de África del Sur”.
La Secretaría de Desarrollo Social considera que “54% de los mexicanos (57.8 millones) vive en pobreza de patrimonio, lo que indica que vive con menos de 4 dólares diarios, ($53.00) mientras que el 32% (34.3 millones) lo hace con menos de 2.5 dólares ($33.00), y 24% (25.7 millones) con menos de 2 dólares ($27.00). Bajo esta perspectiva, los Estados de mayor pobreza en el país son Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Tabasco y Durango, y en ellos se concentran altos porcentajes de población indígena”.
Durango está en “el noveno lugar nacional en pobreza, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social; de seis mil localidades que tenemos, más de cinco mil comunidades cuentan con menos de 100 habitantes, en el renglón de rezago social que considera los servicios de vivienda, acceso a salud, a la educación, estamos en el lugar número 18 en el ámbito nacional”.
“Muchas veces se piensa que los estados del Norte son los que tienen más capacidad económica. Durango es un estado que tiene amplísimas regiones de pobreza, creo que tenemos mucho que hacer para romper esta paradoja. Riqueza natural abundante de nuestro país y pobreza inaceptable de nuestra gente”, dijo el Presidente de la República en una visita al Estado de Durango.
La distribución desigual de la riqueza favorece a la delincuencia organizada. Hay quienes se dedican a negocios ilícitos, con graves riesgos, pero con jugosas utilidades en breve plazo. Es una tentación para los más pobres, pero también para quienes ambicionan riqueza sin importar su procedencia, ni los riesgos y costos humanos que implican. La desigualdad provoca insatisfacción y sensación de injusticia, que es la puerta de entrada de la violencia y por consiguiente, de un clima de inseguridad. La formación profesional ha quedado fuera del alcance de una gran mayoría de mexicanos. Crece constantemente el número de jóvenes que no estudian ni trabajan, con lo que se incrementa la migración y la economía informal.
Las políticas económicas en general no promueven el desarrollo agrícola ni apoyan a los productores del campo, no son suficientes las ayudas. Ha sido mucho más rentable para muchos campesinos, por decisión propia u obligados, recurrir a la siembra de estupefacientes. Estos cultivos ilícitos son puerta abierta a la inseguridad y violencia.
Ha crecido el porcentaje de jóvenes que tienen alguna profesión, y no tienen empleos estables y remunerados. Esto hace que muchos de ellos, ante la falta de alternativas, sean oferta laboral para quienes se dedican al narcomenudeo o a la delincuencia organizada. La precariedad del trabajo y el subempleo también están entre los factores que explican la violencia urbana.
Es el momento de pensar en un modelo económico con un sentido más humano, en el marco la justicia social, más aún de la caridad y de un desarrollo integral. Es el momento de pensar en el “bien común”, como nos lo propone el Papa Benedicto XVI, “Junto al bien individual, hay un bien relacionado con el vivir social de las personas: el bien común. Es el bien de ese «todos nosotros», formado por individuos, familias y grupos intermedios que se unen en comunidad social. No es un bien que se busca por sí mismo, sino para las personas que forman parte de la comunidad social, y que sólo en ella pueden conseguir su bien realmente y de modo más eficaz. Desear el bien común y esforzarse por él es exigencia de justicia y caridad. Trabajar por el bien común es cuidar, por un lado, y utilizar, por otro, ese conjunto de instituciones que estructuran jurídica, civil, política y culturalmente la vida social, que se configura así como pólis, como ciudad. Se ama al prójimo tanto más eficazmente, cuanto más se trabaja por un bien común que responda también a sus necesidades reales. Todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la pólis”. Nuestro Estado es nuestro “bien común”
Durango, Dgo., 1 de Agosto del 2010.
+ Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango
email:episcopeo@hotmail.com
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