Circular 10/ 2011 Novenario expiatorio

Al Presbiterio, Religiosos/as, Seminaristas, Codal, Colegios y Laicos en general.

Todavía en Pascua, les saludo con el sincero deseo de gracia abundante del Resucitado.

En la tradición bíblica, por virtud de la Alianza, el Pueblo de Dios estaba obligado a guardar las leyes e instituciones de la misma Alianza. Toda transgresión era una injusticia o un agravio que debía ser expiado. Sujeto de esta acción no era Dios o el pecado, sino la persona o la cosa a cuyo favor se expía. Expiar es pues ofrecer una reparación por el agravio cometido contra la divinidad para que Ella lo perdone. El hombre reconoce su injusticia y ofrece rescate.

Como medios de expiación se citan: sacrificios por el pecado, limosnas, ayuno, paciencia en el sufrimiento. Cada año, el día 10 del séptimo mes, era día de penitencia general para todo el pueblo de Israel; era día de la expiación, gran día o simplemente el día; el pueblo tenía que guardar descanso sabático y ayunar desde la tarde del día 9 hasta la tarde del día 10. En el templo, entrando en el Sancta Sanctorum con ornamento sencillo, sólo podía oficiar el Sumo Sacerdote, purificándose primero él y los suyos, y luego purificando al pueblo; todo ello, por la inmolación de corderos y novillos, rociando sangre sobre la cortina del templo, los altares y el atrio, y quemando incienso. Finalmente ponía las manos sobre la cabeza de un macho cabrío, descargando sobre el los pecados y lo expulsaba al desierto.

En Hbr 2, 17, Jesús es el Sumo Sacerdote que puede expiar los pecados del pueblo: “Jesús no vino para hacerse cargo de los ángeles, sino de la raza de Abraham. Por eso, tuvo que hacerse semejante en todo a sus hermanos, y llegó a ser el Sumo Sacerdote lleno de comprensión, pero también fiel en el servicio de Dios que les consigue el perdón”. El Santo Padre Benedicto XVI nos ilustra: “en las prescripciones cultuales de todas las religiones los ritos de purificación tienen un papel importante: dan al hombre una idea de la santidad de Dios, y también de la propia oscuridad, de la cual ha de ser liberado para poder acercarse a Él. En el judaísmo observante de los tiempos de Jesús, el sistema de las purificaciones dominaba toda la vida… En Marcos, vemos el cambio radical que Jesús ha dado al concepto de pureza ante Dios: no son las prácticas rituales lo que purifica. La pureza y la impureza tienen lugar en el corazón del hombre y dependen de su corazón” (Mc.7, 14-23).

Agudas y crecientes realidades nos rodean por todas partes: el olvido de Dios,
Apremiado por las agudas y crecientes realidades que nos rodean, y por los clamores de la gente, conforme a nuestras tradiciones, convoco a todos a un Novenario de expiación en nuestra Ciudad Episcopal. Fuera de la Ciudad, cada Párroco promueva lo que su celo le dicte.

+ Héctor González Martínez
Arz. de Durango

Pbro. Lic. José de la Luz Guerrero Haro
Secretario Canciller

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *