La Iglesia sigue realizando una valoración correcta y amplia de lo que significa el nuevo mundo digital, especialmente porque es un ambiente donde se mueven los jóvenes. Se puede decir que estamos siendo testigos de un cambio profundo de la sociedad, equiparado al que se produjo en la Primera Revolución Industrial del siglo XVIII, estamos ante una profunda transformación cultural. Es una época nueva la era digital. Hoy las nuevas tecnologías han modificado la comunicación en sí misma, no solo se difunden conocimientos, sino que ha nacido un nuevo modo de aprender y de pensar a través del internet. Existen “nuevas formas de establecer relaciones y construir lazos de comunión”. Las posibilidades que se han abierto son impensables y exigen de nosotros una seria reflexión.
En las redes sociales (twitter, You tube, facebook, messenger, metroflog, etc.), en las que prácticamente están conectados la mayoría de los jóvenes, concreta esta nueva manera de establecer relaciones entre las personas. En ellas se comparten conocimientos como intercambios personales. No solo son intercambio de datos, sino que “se desea compartir”. Esto ha contribuido a una revaloración del arte de comunicar. En la red son diálogos, intercambios, existe solidaridad, se dan relaciones positivas entre las personas.
Quienes están constantemente en este espacio virtual buscan sinceramente un encuentro personal con el otro, evitando que sea una fuga de la realidad. Existe un anhelo de compartir, de establecer “amistades”, y esto conlleva el reto de ser auténticos, de ser fieles a sí mismos. Esta nueva manera de comunicarse, permite a las personas encontrarse más allá de las fronteras del espacio y de las propias culturas, inaugurando así un mundo nuevo de amistades potenciales. En la red cada uno siente la necesidad de ser una persona auténtica y reflexiva. La persona misma está implicada en aquello que comunica. Cuando se intercambian informaciones, las personas se comparten a sí mismas, su visión del mundo, sus esperanzas, sus ideales.
En este sentido puede decirse que existe un estilo cristiano de presencia también en el mundo digital, ¿Cómo es? Se caracteriza por una comunicación franca y abierta, responsable y respetuosa del otro. Comunicar el Evangelio a través de los nuevos medios significa no sólo poner contenidos abiertamente religiosos en las plataformas de los diversos medios, sino también dar testimonio coherente en el propio perfil digital y en el modo de comunicar preferencias, opciones y juicios que sean concordes con el Evangelio. En los nuevos contextos y con las nuevas formas de expresión, el cristiano está llamado de nuevo a responder a quien le pida razón de su esperanza (1 P 3,15).
Aunque es un mundo de oportunidades, el mundo digital tiene riesgos. Es importante recordar siempre que el contacto virtual no puede y no debe sustituir el contacto humano directo, en todos los aspectos de nuestra vida. Por otro lado la comunicación digital tiene sus límites: una interacción parcial, la tendencia a comunicar sólo algunas partes del propio mundo interior, el riesgo de construir una cierta imagen de sí mismos que suele llevar a la autocomplacencia.
Como todo fruto del ingenio humano, las nuevas tecnologías de comunicación deben ponerse al servicio del bien integral de la persona y de la humanidad entera. Si se usan con sabiduría, pueden contribuir a satisfacer el deseo de sentido, de verdad y de unidad que sigue siendo la aspiración más profunda del ser humano.
El compromiso de ser testigos del Evangelio en la era digital exige a todos el estar muy atentos con respecto a los aspectos de ese mensaje, sobre todo cuando debemos compartir en internet y las redes sociales la verdad del Evangelio. Debemos darla a conocer en su integridad. Debe transformarse en alimento cotidiano de las redes sociales y no en atracción de un momento.
La verdad del Evangelio no puede ser objeto de consumo ni de disfrute superficial, sino un don que pide una respuesta libre. Esa verdad, incluso cuando se proclama en el espacio virtual de la red, está llamada siempre a encarnarse en el mundo real y en relación con los rostros concretos de los hermanos y hermanas con quienes compartimos la vida cotidiana. Por eso, siguen siendo fundamentales las relaciones humanas directas en la transmisión de la fe.
La Iglesia, en esta Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (5 de junio del 2011), en la persona de su Santidad Benedicto XVI, nos invita a todos a “unirse con confianza y creatividad responsable a la red de relaciones que la era digital ha hecho posible, no simplemente para satisfacer el deseo de estar presentes, sino porque esta red es parte integrante de la vida humana”. La red está contribuyendo al desarrollo de nuevas y más complejas formas de conciencia intelectual y espiritual, de comprensión común.
También en este campo estamos llamados a anunciar nuestra fe en Cristo, que es Dios, el Salvador del hombre y de la historia, Aquél en quien todas las cosas alcanzan su plenitud (Ef 1,10). La proclamación del Evangelio supone una forma de comunicación respetuosa y discreta, que incita el corazón y mueve la conciencia. La Verdad, que es Cristo, es la respuesta plena y auténtica a ese deseo humano de relación, de comunión y de sentido, que se manifiesta también en la participación masiva en las diversas redes sociales.
Invitamos especialmente a los jóvenes a hacer buen uso de su presencia en el espacio digital, en el internet, en las redes sociales.
Durango, Dgo., 5 de junio del 2011.
+ Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango