Reflexión dominical Domingo XV A; 10-VII-2011 La Palabra del Señor

Recordemos que la Santa Misa se compone de dos partes principales llamadas: Liturgia de la Palabra y Liturgia Eucarística. A su vez, la primera parte, se compone de lecturas tanto del Antiguo como del nuevo Testamento. En el AT la Palabra de Dios es sobre todo un hecho y una experiencia; esto quiere decir que Dios hablaba directamente a hombres privilegiados y por su medio hablaba a todo su pueblo. Dios hablaba por medio de los profetas, sus representantes privilegiados; les hablaba en sueños y visiones, en inspiraciones personales; con Moisés hablaba cara a cara.

La centralidad de la Palabra de Dios en el AT, prepara el hecho trascendental, donde esta Palabra el Verbo eterno, segunda persona de la Santísima Trinidad, se hace carne como la nuestra.

Hoy, leemos en Isaías: “la Palabra que sale de mi boca, no regresará a mí sin efecto, sin obrar lo que deseo y sin haber cumplido aquello por lo que la he enviado”. La palabra es comparada con la lluvia fecunda, con el fuego y el martillo, con la espada de doble filo. S, Mateo presenta a Jesús hablando a la gente en parábolas y los mismos discípulos le preguntan “¿porqué les hablas en parábolas?”. Jesús responde: “porque a ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino, pero a ellos no”. Pero aún a los discípulos, Jesús tenía que desentrañarles el sentido de las parábolas.

Las lecturas de hoy, nos invitan a profundizar el tema de la Palabra, que han tratado los Obispos junto con el Papa, para poner al día el interés y la aplicación de todos los fieles a la Palabra. En la Historia de la Iglesia cuando ha habido épocas de renovación, se ha dado una restauración de la escucha y de confrontación de la vida cristiana con la Palabra de Dios Y es lo que está sucediendo hoy, después del Concilio Vaticano II, que quiso restablecer la celebración de la Palabra en el lugar que le corresponde.

Hoy, como en tiempos de Jesús, la Palabra convoca y reúne a la Iglesia en torno al Altar y del ambón; y, es en la profundización de la Palabra que los cristianos toman conciencia de ser familia de Dios, el nuevo Pueblo de los salvados. Y, todavía en nuestros tiempos, es la Palabra la que define nuestra posición de indiferencia, rechazo, descuido o acogida frente al Reino de Dios y su Evangelio.

A las actitudes de no escuchar o de rechazar la Palabra de Dios en tiempos de Jesús, corresponden en nuestra actualidad actitudes de indiferencia y de no comprensión por parte del hombre moderno. A veces, los pastores, los predicadores y los misioneros tenemos la impresión de hablar en una lengua desconocida al hombre de hoy.

También los cristianos tienen la sensación de estar ante un divorcio entre la vida de todos los días y la palabra que les es anunciada en la Asamblea Eucarística; parece ligada a otros tiempos, estática y sin impacto sobre la vida real. Preguntémonos, si es propiamente la Palabra de Dios puesta en duda, o es solamente el encuentro con el mundo y con el hombre moderno, que todavía no alcanza su justa comunicación?
Será la Palabra de Dios que se pone en duda, o será el encuentro con el mundo y con el hombre moderno, que no alcanza su justa comunicación?

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