Reflexión Dominical Domingo XIX A; 7-VIII-2011 El Dios cercano

Ya hemos visto antes que Dios tiene muchas maneras de manifestarse al hombre, para que el hombre aprenda a conocerlo en todas las cosas. Así lo reconoce en los grandes eventos de la creación y en los fenómenos de la naturaleza; pero no sólo, ahora también vemos que lo reconoce en las cosas simples, sencillas y bondadosas de Dios como el átomo y en la suave brisa en las mejillas de los profetas. Las lecturas presentan dos escenas de una teofanía: Dios, se manifiesta al profeta Elías a la entrada de la caverna del Oreb; sin embargo a los apóstoles y a Pedro se les manifiesta en la persona de Jesús que, como lo dice la primera lectura y el santo Evangelio, domina el mar. Al mismo tiempo, el salmo responsorial, nos muestra cuál es el mensaje contenido en estas dos revelaciones de Dios: “la salvación ya próxima”, expresada en los términos de misericordia, paz, fidelidad y Justicia.

De esta forma, Dios viene al encuentro del hombre en los momentos de necesidad, especialmente cuando éste lo invoca con fe. Por ello el Dios de los profetas y de Jesús es aquel que defiende a los pobres y a los débiles y al mismo tiempo rechaza las esperanzas de aquellos que osan disponer de sus propias fuerzas. Éste Dios no está en los fenómenos naturales que impresionan, tales como: terremoto, el fuego; sino más bien en el soplo ligero de la brisa que significa la espiritualidad y la intimidad de las manifestaciones de Dios al Hombre.

La comunidad cristiana vive una existencia difícil por las hostilidades de las fuerzas adversas, las cuales se manifiestan en las adversidades, persecuciones, en la violencia y en las dificultades internas y externas. Por ello con sus solas fueras, esta comunidad no alcanzaría nunca el fin de su camino, que es siempre el “conocimiento de Dios y de la verdad”. Sin embargo Jesús resucitado está presente en medio a los suyos: y aunque parezca invisible, asiste a los suyos. La Iglesia revive entonces la experiencia del Éxodo: su fe como aquella de Pedro, es puesta a una dura prueba, pero Jesús que salva no cesa nunca de extender su mano para asistirla. Por ello pues la fe del cristiano es victoriosa; una fe que marcha al encuentro del Señor que es victorioso.

Hoy la palabra, quiere subrayar otro aspecto del misterio de Dios y la visión religiosa del universo: Dios no está en los momentos y fenómenos que nos impresionan, pues Dios mismo no se deja impresionar de ninguno de los elementos que Él mismo ha creado; es simplemente “el absolutamente otro”.

En el mundo ateo y secularizado, por lo tanto, Dios no habla al creyente mediante la naturaleza y los fenómenos naturales cósmicos; mas bien, el creyente reconoce a Dios mediante tantos otros “signos “ de los tiempos que revelan su voluntad y su proyecto sobre el mundo y sobre el hombre. Este creyente pues que reconoce a Dios mismo mediante los signos privilegiados de Dios en el mundo: “el hombre hecho a imagen y semejanza de Dios; y porque cada aspecto de verdad, belleza, bondad, dinamismo han sido creados en Cristo, por medio de Cristo y en vista de Cristo”.

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