Nueva Evangelización: Jesucristo, Conversión, Reino de Dios, Vida Eterna

En cuanto al contenido de la nueva evangelización, debemos partir del Antiguo Testamento, cuyo contenido fundamental está resumido en el mensaje de Juan Bautista: ¡Convertíos! No hay posibilidad de alcanzar a Jesús sin dar respuesta al llamado del precursor. Jesús ha asumido el mensaje de Juan el Bautista en su propia predicación: «convertíos y creed en la Buena Nueva» (Mc 1,15). «Convertirse» significa: volver a pensar con otras palabras, buscar un nuevo estilo de vida, una vida nueva. Dejar entrar a Dios en los criterios de la propia vida. Comenzar a ver la propia vida con los ojos de Dios; buscar el bien, aún cuando es incómodo; no hacerlo pensando en el juicio de los hombres, sino en el juicio de Dios
No se puede reducir el cristianismo a la sola moralidad ya que perdería de vista la esencia del mensaje de Cristo: que es el don de una nueva amistad, el don de la comunión con Jesús y, por lo tanto, con Dios. Quien se convierte a Cristo no pretende reconstruir con sus propias fuerzas su propia bondad. «Conversión» (Metanoia) significa justamente lo contrario: salir de la propia suficiencia, descubrir y aceptar la propia indigencia. El que no se ha convertido se justifica (yo no soy peor de los demás); la conversión es la humildad de confiarse al amor de Dios, amor que se vuelve medida y criterio de mi propia vida.
La conversión es un acto muy personal y es personalización. La verdadera personalización es siempre también una nueva y más profunda socialización. El yo se abre de nuevo al tú, en toda su profundidad, de esta manera nace un nuevo Nosotros. Si el estilo de vida extendido en el mundo implica el peligro de la des-personalización, del vivir no mi propia vida, sino la vida de todos los demás, en la conversión debe realizarse un nuevo Nosotros del camino común con Dios. Anunciando la conversión también debemos ofrecer una comunidad de vida, un espacio común del nuevo estilo de vida. No se puede evangelizar sólo con las palabras; el Evangelio crea vida, crea comunidad de camino; una conversión puramente individual no tiene consistencia.
En la llamada a la conversión está implícito el anuncio del Dios viviente. La palabra clave del anuncio de Jesús es: Reino de Dios. Pero no es una cosa, una estructura social o política, o una utopía. El Reino de Dios es Dios. Reino de Dios quiere decir: Dios existe, Dios vive, Dios está presente y actúa en el mundo, en nuestra vida (Dios no es una lejana «causa última», Dios no es el «gran arquitecto» que ha construido la máquina del mundo y así ahora estaría fuera). Dios es la realidad más presente y decisiva en cada acto de mi vida, en cada momento de la historia.
Se ha dicho con verdad que el verdadero problema de nuestro tiempo es la «Crisis de Dios», la ausencia de Dios, camuflada por una religiosidad vacía. La teología debe volver a ser realmente teología, un hablar de Dios y con Dios. Todo cambia, si hay Dios o no hay Dios. Desgraciadamente también nosotros los cristianos vivimos a veces como si Dios no existiese: “No hay Dios y si lo hay, no interesa”. Por este motivo, la evangelización, antes que nada, tiene que hablar de Dios, anunciar el único Dios verdadero: el Creador, el Santificador, el Juez.
Sólo en Cristo y a través de Cristo, Dios se vuelve realmente concreto: Cristo es el Emmanuel, el Dios-con-nosotros, la concretización del «Yo soy». El anuncio de Jesús hacia los discípulos y a todos es: primero el seguimiento de Cristo; Él se ofrece como camino de mi vida. Seguirlo nos orienta hacia una meta muy alta: asimilarse a Cristo y, así, llegar a la unión con Dios. Esto quizá suene extraño a los oídos del hombre moderno. Pero, en realidad, todos tenemos sed del infinito: de una libertad infinita, de una felicidad sin límites. Pero todos los caminos ofrecidos por la sabiduría mundana, fracasan. El único camino es la comunión con Cristo, realizable en la vida sacramental. Segundo: el misterio pascual (la cruz y la resurrección). La cruz pertenece al misterio divino, es expresión de su amor hasta el fin (Jn 13,1). Seguir a Cristo es participación a su cruz, unirse a su amor, a la transformación de nuestra vida, que se vuelve el nacimiento del hombre nuevo, creado según Dios. Quien omite la cruz, omite la esencia del cristianismo.
El anuncio del Reino de Dios es anuncio del Dios presente, del Dios que nos conoce y nos escucha; del Dios que entra en la historia para hacer justicia. La predicación del Reino es, por lo tanto, anuncio del juicio, anuncio de nuestra responsabilidad. El hombre no puede hacer o no hacer lo que quiere. Él será juzgado. Él debe dar cuenta de sus actos. Esto tiene valor para todos. Respetar esto significa saber los límites de todo poder de este mundo. Dios hace justicia y sólo Él puede hacerlo al final de cuentas. Lo lograremos en la medida en que vivamos bajo los ojos de Dios y comuniquemos al mundo la verdad del juicio.
El artículo de fe del juicio, su fuerza de formación de las conciencias, es un contenido central del Evangelio y es verdaderamente una buena nueva. Lo es para todos aquellos que sufren por la injusticia del mundo y buscan la justicia. Así se comprende también la conexión entre el «Reino de Dios» y los «pobres», los que sufren y todos aquellos de los cuales hablan las bienaventuranzas del discurso de la montaña. Estos están protegidos por la certeza del juicio, por la certeza de que hay justicia. Las injusticias del mundo no son la última palabra de la historia. Hay justicia.
Sólo creyendo al justo juicio de Dios, sólo teniendo hambre y sed de justicia (Mt 5,6) abrimos nuestro corazón y nuestra vida a la misericordia divina. No es verdad que la fe en la vida eterna hace insignificante la vida terrestre. Por el contrario, sólo si la medida de nuestra vida es la eternidad, también esta vida sobre la tierra es grande y su valor es inmenso. Dios no es el otro concursante de nuestra vida, sino quien garantiza nuestra grandeza. De esta manera volvemos a nuestro punto de partida: Dios. Si consideramos bien el mensaje cristiano, no debemos hablar de muchas cosas. El mensaje cristiano es en realidad muy simple. Hablemos de Dios y del hombre, y así decimos todo.

Durango, Dgo., 20 de Noviembre del 2011.

+ Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango

Email: episcopeo@hotmail.com

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