Domingo II de Pascua; 15-IV-2012

Domingo de la misericordia divina

En el Evangelio de S. Juan, leemos tres veces “la paz esté con ustedes”, palabras que dirigió Jesús Resucitado a sus discípulos en el Cenáculo, donde ellos se escondían por miedo a los judíos. La palabra paz, en hebreo “salóm” y en griego “eirene”, expresa la armonía con los demás, la integridad de una persona o sociedad, la salud, la prosperidad material y espiritual, la felicidad. En todo este sentido, nuestra necesidad nos hace clamar a Dios por la paz. Paz, en el AT es ante todo el  don de Dios por excelencia, las buenas relaciones con Dios, resume las bendiciones con que Dios llena a sus fieles. Los profetas sitúan la paz en el centro de su mensaje, hasta personificarla en el Mesías Príncipe de la paz. En el NT, esta buena noticia de paz se obtiene mediante la plena adhesión al Evangelio entero. Jesús encarna la paz y realiza la espera mesiánica de Israel.  Todos estos significados de paz, no son fáciles, sino que traen su carga de combate espiritual e invitan a todo discípulo a interiorizarlos, a ser artífice de la paz y hacerse testigo de ella en el mundo.

 La segunda vez, que Cristo saluda en el Cenáculo, sopló sobre ellos y les dijo:   dijo: “reciban al Espíritu Santo; a quien le perdonen los pecados le quedarán perdonados, a quien se los retengan le quedarán retenidos”. La paz que Cristo ofrece va dirigida hasta lo íntimo de las conciencias, para interiorizarla y para el perdón de los pecados.  “Vete en paz”, dice el Sacerdote al penitente arrepentido y absuelto.

Antes de esas palabras, Jesús les mostró sus manos y su costado, señalando las heridas de la Pasión, sobre todo la herida del corazón, que es fuente de la que brota la gran ola de misericordia que está dispuesto a dispensarnos. Santa Faustina Kowalska, vio salir dos haces de luz que representan la sangre y el agua e iluminan el mundo. La sangre evoca el sacrificio de la cruz y la Eucaristía; el agua representa el Bautismo y el don del Espíritu Santo. La misericordia divina llega a los hombres a través del corazón abierto  de Cristo crucificado y derrama esta misericordia sobre la humanidad mediante el envío del Espíritu. Misericordia es el segundo nombre del amor, entendido en su sentido más profundo de aliviar cualquier necesidad, sobre todo en su inmensa capacidad de perdón. Jesús dijo a Sor Faustina: la humanidad no conseguirá la paz hasta que no se dirija con confianza a Mi misericordia. Es importante, que nosotros, que vemos nuestro futuro entre negros nubarrones, no solo busquemos la paz con mediaciones humanas:   imploremos la misericordia divina y aprendamos de Dios a ser misericordiosos con los demás.

Nosotros estamos en Pascua, en la que los discípulos captan el sentido salvífico de la Pasión y la Muerte del Señor Jesús; es decir, la tristeza y las lágrimas se convierten en alegría, la alegría que nace en sus corazones deriva de “ver al Señor”. Hoy, Jesús nos dice tres veces: “la paz esté con ustedes”: es un don pero también una consigna: esta paz adquirida con su sangre, es para los discípulos y para todos.

 

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