MENSAJE ANTE EL ACTUAL PROCESO ELECTORAL


MENSAJE ANTE EL ACTUAL PROCESO ELECTORAL

1.- Introducción

            La Iglesia sensible a las necesidades del pueblo, hace suyas las expectativas de los mexicanos en el presente proceso electoral. Por ello, los Obispos, los Vicarios Episcopales y los Decanos de la Arquidiócesis de Durango, dirigimos la presente orientación pastoral a los feligreses de esta iglesia particular.

La Iglesia, partícipe de los gozos y de las esperanzas, de las angustias y de las tristezas de los hombres, es solidaria con cada hombre y cada mujer, de cualquier lugar y tiempo, y les lleva la alegre noticia del Reino de Dios, que con Jesucristo ha venido y vive en medio de ellos. En la humanidad y en el mundo, la Iglesia es el sacramento del amor de Dios. La Iglesia es entre los hombres la tienda del encuentro con Dios “la morada de Dios con los hombres” (Ap 21,3), de modo que el hombre no está solo, perdido o temeroso en su esfuerzo por humanizar el mundo, sino que encuentra apoyo en el amor redentor de Cristo.

            Por esta razón nos dirigimos como pastores a ustedes en este tiempo de reflexión y de conocimiento de quienes aspiran a gobernar nuestro país y quienes aspiran por un lugar en las Cámaras de Diputados y Senadores. Queremos estar cercanos a ustedes. Vivimos un panorama desalentador en todos los campos de la vida social. Esta tierra norteña que habitamos vive tiempos difíciles.

2.- Gozos y esperanzas

            Al ser humano que vive en relación con los demás en sociedad (en familia, en grupos), la Iglesia se dirige con el Evangelio y con su Doctrina Social, dentro de la compleja trama de relaciones en la sociedad moderna. La Iglesia con su experiencia de humanidad, puede comprender al ser humano en su vocación y aspiraciones, en sus límites y en sus dificultades, en sus derechos y en sus tareas, y tiene para él una palabra de vida que resuena en las vicisitudes históricas y sociales de la existencia humana.

            Por eso nuestra principal obligación como pastores es anunciar y actualizar el Evangelio en la compleja red de las relaciones sociales. A nuestros queridos sacerdotes y fieles laicos, los invitamos a fecundar y fermentar la sociedad misma con el Evangelio. En su solicitud misionera y salvífica, la Iglesia está empeñada en cuidar del hombre, que conlleva también velar por la sociedad. Debemos estar atentos a lo que sucede en la convivencia social. La Iglesia no es indiferente a todo lo que en la sociedad se decide, se produce y se vive,  incluyendo la calidad moral de la vida social. La sociedad y con ella la política, la economía, el trabajo, el derecho, la cultura no constituyen un ámbito meramente secular y mundano, o marginal y extraño al mensaje y a la economía de la salvación. La sociedad, con todo lo que en ella se realiza, atañe al hombre. Es esa la sociedad de los hombres, que son el camino primero y fundamental de la Iglesia.

Al anunciar su Doctrina Social, la Iglesia se hace cargo del anuncio que el Señor le ha confiado. Actualiza en los acontecimientos históricos el mensaje de liberación y redención de Cristo, el Evangelio del Reino. La Iglesia, anunciando el Evangelio, enseña al hombre, en nombre de Cristo, su dignidad propia y su vocación a la comunión de las personas, y le descubre las exigencias de la justicia y de la paz, conformes a la sabiduría divina.

            El centro de esa Doctrina de la Iglesia es la persona humana, su dignidad, sus derechos y deberes fundamentales, junto con los principios que de ella emanan: bien común, destino universal de los bienes, solidaridad, subsidiariedad y participación; también los valores que surgen de ella: verdad, libertad, justicia, la caridad; y en consecuencia, el cuidado del medio ambiente y los recursos naturales (agua, tierra, aire), etc.

Un principio fundamental es la solidaridad (Mensaje de los Obispos: La Democracia en México ha de consolidarse en la paz, el desarrollo, la participación y la solidaridad, no. 18ss). La cumbre insuperable de la solidaridad es la vida de Jesús de Nazaret, el Hombre nuevo, solidario con la humanidad hasta la “muerte de cruz” (Flp 2,8) es el Dios con nosotros, que se hace cargo de las enfermedades de su pueblo, camina con él, lo salva y lo constituye un solo pueblo. Él nos enseña, que el prójimo no es solamente un ser humano más para nosotros, sino que se convierte en la imagen viva de Dios Padre. Por tanto, debe ser amado, aunque sea enemigo, y por él se debe estar dispuesto al sacrificio, incluso extremo: “dar la vida por los hermanos” (Jn.15,13).

La solidaridad no es un sentimiento superficial, al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos responsables de todos.  Las nuevas relaciones de interdependencia entre hombres y pueblos, que son, de hecho, formas de solidaridad, deben transformarse en relaciones que tiendan hacia una verdadera y propia solidaridad ético-social. La solidaridad se presenta por tanto, bajo dos aspectos complementarios, como principio social y como virtud moral.

3.- Angustias y tristezas

            a).-  La inseguridad y la violencia desencadenada por la escalada del crimen organizado que no ha cesado. No podemos ignorar el dolor de quienes sufren a causa de asesinatos a familiares y amigos, de secuestros, robos, extorsiones, etc.  Esto ha agravado la cultura de la muerte que desde hace años permea en nuestro país y en nuestra Arquidiócesis. Junto con esto, la violencia que genera la venta y el consumo de drogas, especialmente a los menores de edad.

b).-  La desconfianza en las instituciones públicas que deben procurar seguridad se generaliza cada vez más amplia. Se ha avanzado poco en la organización de un cuerpo de policía que garantice a los ciudadanos, seguridad y el cuidado de sus personas, de su familia y de su patrimonio. Muchos ciudadanos sospechan que algunos colaboran con el crimen organizado, están al servicio de ellos, más que del pueblo. Un signo de esta desconfianza es que la gente piensa que quienes aspiran a gobernarnos, no tienen una recta intención, buscan solo sus intereses personales, o de grupo, o de partido, no les interesa las necesidades de la gente. La corrupción permea las instituciones públicas, de ahí la desconfianza.

            c).- La pobreza endémica de la mayor parte de la gente. Un gran sector de nuestro pueblo no tiene lo indispensable para satisfacer sus necesidades básicas de alimento, educación, vivienda, etc., porque no hay trabajo. Los empleos que se generan no son suficientes, cada día se suman más desempleados. Por otro lado los salarios no son suficientes para el sostenimiento de la familia; el sistema económico y laboral favorece más a algunos empresarios, aunque también en algunos sectores han tenido que cerrar empresas y negocios, como hospitales y consultorios.

d).- Algo que se añade a esta pobreza es el abandono del campo agrícola, por parte de los gobiernos, no hay programas de inversión que lleguen hasta nuestros campesinos pobres, y se pueda tener una mejor infraestructura, mecanización y producción. Los apoyos han ido desapareciendo y solo quien tiene recursos puede modernizar sus parcelas y hacerlas rentables. Parece que los programas y las ayuda solo llegan a unos cuantos a causa de la corrupción.

            e).- El sistema de justicia que ha estado siempre en entredicho por la impunidad y la corrupción que existen.  Del Nuevo Sistema de Justicia Penal se tiene la impresión de que protege más al delincuente que a la víctima, porque se centra más en la reparación del daño que en el castigo del delincuente. Los ciudadanos no tienen un conocimiento adecuado del mismo. El respeto por la ley debe comenzar por quienes tiene el deber de exigirla. Nuestro pueblo tiene la idea de que ellos son los primeros en no respetar la ley.

            f).-  No hay libertad de expresión. En México y en nuestra  Arquidiócesis es un signo de retroceso de la democracia y de la libertad a la que aspiramos. Los medios de comunicación no comunican con libertad, existe un control de los medios para que no se dé a conocer las balaceras y enfrentamientos, las fosas, los asesinatos, la corrupción, la impunidad, etc. El control de los medios es un signo de lo lejos que estamos de una sociedad que ejerza sus derechos humanos fundamentales.

g).-  La crisis educativa que vivimos. Aunque se ha buscado hacer eficiente y elevar la calidad de la educación, permanecen los mismos vicios estructurales en este sector (maestros, sindicatos, etc.), que constantemente ha llevado al fracaso de los proyectos.

            h).- La influencia de ideologías (secularismo, new age, ideología de género, etc.) que promueven la destrucción de las instituciones fundamentales que han estructurado la sociedad, como la familia, el matrimonio, el Estado, la religión, y promueven la destrucción y la muerte como el aborto, las uniones entre homosexuales, etc.

            i).- El paternalismo que se ha promovido, a causa de muchos programas de ayuda a los sectores más desprotegidos; el gobierno asume lo que debería ser responsabilidad de los padres de familia, de los adultos y personas en plena capacidad productiva, esto crea dependencia (como las becas para las escuelas,  programas en el campo, la sierra, la ganadería, etc.). Sería mejor promover el empleo, mejores salarios y prestaciones de estas personas, “No hay que darles el pescado, hay que enseñarles a pescar”. Algunos gobiernos y partidos han utilizado este método para controlar y para tener votos a favor.

            j).- Otros aspectos del panorama social que vivimos: la atención a sectores vulnerables de la sociedad (niños, discapacitados, tercera edad, etc.), los estragos de la sequía, la migración del campo a la ciudad a causa de la inseguridad y la sequía, el deterioro del medio ambiente (también en Durango hay contaminación ambiental: del aire, de nuestros ríos, etc.); la crisis de los Centros de Readaptación Social; equidad de género, etc.

            Como discípulos de Cristo no nos desanimamos ante este panorama desolador, nosotros tenemos el Evangelio que nos da esperanza.

4.- Acentuaciones para el proceso electoral

            Por ello hoy reflexionamos sobre el proceso electoral que estamos viviendo. Animamos a los fieles cristianos, iluminados por el Evangelio y la Doctrina de la Iglesia, a participar de una manera informada, consciente y responsable en la gran fiesta democrática para elegir el próximo primero de julio a nuestras autoridades federales.

La Democracia. La Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica. Por esto mismo, no puede favorecer la formación de grupos restringidos que, por intereses particulares o por motivos ideológicos, usurpan el poder del Estado. Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana. Requiere que se den las condiciones necesarias para la promoción de las personas concretas, mediante la educación y la formación en los verdaderos ideales, así como de la “subjetividad” de la sociedad mediante la creación de estructuras de participación y de corresponsabilidad. (cfr. Centesimus Annus no. 46).

Cuando no se observan estos principios, se resiente el fundamento mismo de la convivencia política y toda la vida social se ve progresivamente comprometida, amenazada y abocada a su disolución. Si no existe una verdad última que guíe y oriente la acción política, entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia. Así, en cualquier campo de la vida personal, familiar, social y política, la moral ofrece un servicio original, insustituible y de enorme valor no sólo para cada persona y para su crecimiento en el bien, sino también para la sociedad y su verdadero desarrollo (cfr. Veritatis Splendor no. 101).

La Participación ciudadana. El deber inmediato de actuar en favor de un orden justo en la sociedad es más propio de los fieles laicos. Como ciudadanos del Estado, están llamados a participar en primera persona en la vida pública. Por tanto, no pueden eximirse de la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común. La misión de los fieles laicos es, por tanto, configurar rectamente la vida social, respetando su legítima autonomía y cooperando con los otros ciudadanos según las respectivas competencias y bajo su propia responsabilidad (cfr. Mensaje de los Obispos, no. 14-17).

Es impensable la participación si no se conocen los problemas de la comunidad política, de los datos de hecho y de las varias propuestas de solución. En este sentido estamos obligados a conocer a los candidatos, en particular a conocer sus ideas y su proyecto de nación.

El cristiano tiene la obligación de participar en la búsqueda del modelo político más adecuado en la organización y en la vida política de su comunidad. Apoyando este empeño en un proyecto de sociedad coherente a su concepción del ser humano, que expresen sus convicciones acerca de la naturaleza, origen y fin del hombre y de la sociedad.

Los partidos políticos y candidatos. Los partidos políticos tienen la tarea de favorecer una amplia participación y el acceso de todos a las responsabilidades públicas. Los partidos están llamados a interpretar las aspiraciones de la sociedad civil orientándolas al bien común, ofreciendo a los ciudadanos la posibilidad efectiva de concurrir a la formación de las opciones políticas. De los partidos políticos y de sus candidatos queremos escuchar propuestas de gobierno y de reformas legislativas orientadas a superar nuestros principales problemas, que son muchos, entre otros: (Ibid, no. 36)

  • Ofrecer un proyecto la Nación que necesitamos ser.
  • Proponer un proyecto de enfrentar  la inseguridad y la violencia y ofrecer a los ciudadanos mayor seguridad.
  • Comprometerse en la generación de oportunidades para todos los mexicanos de empleo digno y superar la pobreza generalizada.
  • Convocar a un pacto político para alcanzar las reformas legislativas que posibiliten el crecimiento económico que necesita el País.
  • Consolidar el Estado de Derecho, especialmente en la procuración e impartición de la Justicia para desterrar la impunidad y la corrupción.
  • Reconstrucción y fortalecimiento del tejido social para recuperar la identidad de las comunidades, de las familias  y propiciar la paz social.
  • Protección y ayuda en el ámbito laboral a los Padres de familia para que puedan sustentar dignamente y atender a sus hijos.
  • Elevar la calidad de la educación pública en todos sus niveles.
  • Relanzamiento del campo para garantizar la sustentación alimentaria del País.
  • Protección y cuidado del medio ambiente y de los recursos naturales.

Fortalecimiento del Estado de Derecho y de las Instituciones. Fortalecer al Estado en base a principios éticos es la mejor plataforma social sobre la cual es realizable el compromiso con una cultura de la no-violencia y de respeto a toda vida, una cultura de la solidaridad y con un orden económico justo. Apreciamos una real división de poderes en el Estado: es preferible que un poder esté equilibrado por otros poderes y otras esferas de competencia, que lo mantengan en su justo límite. Este el principio del “Estado de Derecho”, en el cual es soberana la ley y no la voluntad arbitraria de los hombres.

Con los jóvenes.  Los jóvenes mexicanos tienen un papel dinamizador para la acción social y política y el cambio de estructuras, haciendo propia la opción preferencial y evangélica por lo pobres y necesitados. A ustedes jóvenes “les invitamos a vencer los obstáculos que impiden su derecho de participación consciente y responsable para generar cambios importantes en el logro de políticas públicas más justas, que reviertan toda situación de exclusión, su capacidad es inmensa. Ha llegado el momento de la reflexión y de la plena aceptación del desafío de vivir, en plenitud, los valores esenciales del verdadero humanismo integral. Su participación es trascendental cimentados firmemente en Cristo” (Ibid, no. 32)

Mediante la Educación. Se puede decir que el crecimiento económico depende, en primer lugar, del progreso social; por eso la educación básica es el primer objetivo de un proyecto de Nación (Ibid, no. 33)

5.- Los retos del momento

Todo lo que atañe a la comunidad de los hombres (situaciones y problemas relacionados con la justicia, la libertad, el desarrollo, las relaciones entre los pueblos, la paz), no es ajeno a la evangelización; ésta no sería completa si no tuviese en cuenta la mutua conexión que se presenta constantemente entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre. Cuando la Iglesia anuncia su doctrina social, anuncia a Dios y su misterio de salvación en Cristo a todo hombre y revela al hombre a sí mismo. Es éste un ministerio que procede, no sólo del anuncio, sino también del testimonio

            Por eso una vez más nos remitimos a los principios y valores de la doctrina de la Iglesia. Para la consolidación democrática se requiere una reflexión profunda sobre la Paz, la cual no podrá conseguirse sin un verdadero Desarrollo y la Participación ciudadana de nuestros pueblos, generando un compromiso fraterno y solidario entre todos los mexicanos.

Nos proponemos ayudar al hombre en el camino de la salvación: se trata de su fin primordial y único. Por esto los invitamos a todos: partidos políticos, candidatos, autoridades y sobre todo a los ciudadanos para que asuman la necesidad de ampliar su horizonte y su compromiso, cada uno en el ámbito de su competencia, y dar mayor consistencia a su participación de manera cívica, responsable, madura y valiente; los invitamos a la participación responsable en este proceso electoral para que juntos podamos renovar la sociedad y sus estructuras, con las tareas y responsabilidades que a cada uno corresponden.

Exhortamos y animamos al ejercicio de nuestro derecho y deber de votar, ejercicio que nunca irá solo, sino que debe ser indispensablemente acompañado de nuestra participación en las diversas instituciones que a través de la historia de nuestra Patria hemos conseguido. Es la hora propicia para que funcionen de manera adecuada, mediante la vigilancia y nuestra colaboración; no solo las electorales, sino también las familiares, escolares, religiosas, etc. Esto depende de todos nosotros que tenemos el orgullo de llamarnos mexicanos, donde quiera que nos encontremos.

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