El sacerdote y la actividad política

El “Mensaje Pascual con motivo del proceso electoral 2010” de la Arquidiócesis, dedica un número especial para orientar a la comunidad y en especial recordar a los sacerdotes su papel en este proceso electoral y en general en la vida pública (cfr. num. 10). Los sacerdotes, “… testigos de las realidades terrenas, no pueden permanecer ajenos a los aconteceres humanos, tienen por ello una específica obligación de no conformarse con este mundo… como persona consagrada a Cristo y llamado a identificarse de una manera especial al Señor, tiene como una función especial de llevar la luz del Evangelio entre sus hermanos los hombres… por su especial dedicación a la cosas divinas, deben ser especialmente sensibles a las injusticias de este mundo y a la pobreza y demás lacras sociales”.
La “caridad en la verdad” llevará al sacerdote a ayudar activamente a luchar contra alguna situación de injusticia que se le presente; así lo ha hecho la Iglesia Católica a lo largo de la historia: ha creado hospitales para los más necesitados; ha iniciado y dirigido escuelas y centros de enseñanza para gente sin recursos; ha promovido la constitución de cooperativas laborales, de ahorro y crédito; también ha iniciado diversas Organizaciones No Gubernamentales para el desarrollo, etc.
Pero no es misión de la Iglesia dar respuestas concretas a los problemas sociales de cada momento o de cada lugar, pues esta es misión del Estado. “La sociedad justa no puede ser obra de la Iglesia, sino de la política”. La Iglesia puede ayudar a la consecución de los objetivos de justicia social a través de orientaciones morales, de la difusión de la Doctrina Social de la Iglesia o de la sensibilización de las conciencias en los graves problemas de la sociedad. Pero no debe emprender por cuenta propia la empresa política de realizar la sociedad más justa posible.
Es a los laicos a quienes compete la transformación de las estructuras temporales de la sociedad, les “corresponde iluminar y organizar todos los asuntos temporales a los que están estrechamente vinculados, de tal manera que se realicen continuamente según el espíritu de Jesucristo y se desarrollen y sean para la gloria del Creador y del Redentor”. Es vocación de los laicos “descubrir o idear los medios para que las exigencias de la doctrina y de la vida cristiana impregnen las realidades sociales, políticas y económicas”.
Los fieles laicos actuarán según competencia, y propondrán diversas soluciones a los problemas sociales y políticos. Sin duda habrá muchas propuestas de soluciones para los diferentes problemas. La Iglesia en cuanto tal no prefiere ninguna solución política de entre las que proponen los ciudadanos. Sin embargo, la Iglesia tiene derecho a “dar su juicio moral, incluso sobre materias referentes al orden político, cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas, utilizando todos y solos aquellos medios que sean conformes al Evangelio y al bien de todos según la diversidad de tiempos y de situaciones”. Estos juicios morales, no se deben entender como una intromisión en la legítima libertad de los católicos o en la organización del Estado, sino como una orientación moral a los laicos que les ayuda en su misión de transformar las estructuras temporales a la luz de la doctrina del Evangelio.
El sacerdote que pretenda participar activamente de la vida política, en cierto sentido traiciona su peculiar vocación, puesto que ellos “no son del mundo”, según la palabra del Señor, nuestro Maestro. Los sacerdotes son promovidos para servir a Cristo Maestro, Sacerdote y Rey, y su misión principal consiste en ofrecer el sacrificio, perdonar los pecados y desempeñar públicamente, en nombre de Cristo, la función sacerdotal en favor de los hombres. El pueblo necesita sacerdotes entregados a sus funciones, no sacerdotes que intenten ocupar el espacio de los laicos.
Si esto se puede decir de los sacerdotes, con mayor motivo se puede afirmar de los Obispos, los cuales, puestos por el Espíritu Santo, ocupan el lugar de los Apóstoles como pastores y tienen como misión principal la de enseñar, santificar y regir. Su solicitud se debe extender a todos los fieles confiados a su ministerio, a todas las personas incluso las no católicas. Los pastores, cuando se dedican al cuidado de su grey, atienden también al bien y a la prosperidad civil, uniendo su obra a la de las autoridades públicas, en razón de su ministerio episcopal y aconsejando la obediencia a las leyes justas y el respeto a las autoridades legítimamente constituidas.
El Estado no puede prohibir que un Obispo o un sacerdote participe en la vida política, pues sería una intolerable discriminación de una persona por razón religiosa, lo cual sería radicalmente contrario a la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Los sacerdotes se abstienen de participar en la vida política de modo voluntario ante la autoridad civil, esto es por que el motivo por el que actúan así es la obediencia a la autoridad eclesiástica y la consideración de la excelencia de su vocación. Con la dedicación de los Obispos y sacerdotes a su ministerio, se fomenta el desarrollo de la sociedad civil sin que sea necesario ni conveniente que participen activamente en la vida política.
“Como pastores, estamos llamados a ser factores de unidad y de comunión, de reconciliación y de paz, hemos de respetar la libertad de los fieles laicos en sus opciones políticas, dentro de un sano pluralismo de partidos. De hecho, ningún partido representa a la Iglesia y los católicos pueden militar o dar su voto libremente al partido o al candidato que mejor responsa a sus convicciones personales”.

Durango, Dgo., 27 de junio del 2010.
+ Enrique Sánchez Martínez
Ob. Aux. de Durango

email:episcopeo@hotmail.com

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