Es un deber elegir responsablemente a nuestros gobernantes
Estamos a escasos días de la celebración de las elecciones federales (Presidente de la República, Senadores y Diputados) en nuestro país. También en algunos Estados de la República se elegirá Gobernador. México es una democracia reciente y ha sido un largo camino que ya se ha recorrido. Hoy, a pesar de muchos problemas y desencantos, existe la alternancia política. Los partidos ganan y pierden elecciones. Es decir, los ciudadanos elegimos a unos y rechazamos a otros. Hoy nuestro voto cuenta.
El próximo 1 de Julio más de 77 millones de mexicanos podrán elegir a sus próximos gobernantes. El entorno social que rodea estas elecciones está cargado de sombras, angustias y tristezas que vive nuestro pueblo (“Mensaje ante el actual proceso Electoral”, Arquidiócesis de Durango). La inseguridad y violencia desencadenada por el crimen organizado; la desconfianza generalizada en las instituciones públicas; la pobreza endémica de la mayor parte de la gente; el abandono del campo agrícola; un sistema de justicia que ha estado siempre en entredicho por la impunidad y la corrupción que existen; No hay libertad de expresión; la crisis educativa que vivimos; la influencia de ideologías como el securalismo, new age, ideología de género, etc.; el paternalismo promovido sobre todo en sectores desprotegidos y vulnerables; los estragos de la sequía en el norte y en nuestro Estado; la migración del campo a la ciudad a causa de la inseguridad y la sequía; el deterioro del medio ambiente; la crisis en los Centros de Readaptación Social, etc.
Esto ha generado incertidumbre, desconfianza y duda, de por quién votar. ¿Valdrá la pena el ir o no a votar? Los católicos tenemos el deber de participar como ciudadanos y elegir a los representantes de acuerdo con nuestros principios y creencias. La razón principal es porque hemos recibido un Evangelio del Reino, un mensaje de redención y de liberación en Cristo que nos impulsa a fecundar y fermentar la vida social con el Evangelio.
A estas alturas de las campañas de los candidatos y partidos políticos, parece que las encuestas, promovidas sobre todo por los mismos candidatos y los medios de comunicación, ¡ya nos anuncian quien va a ganar! No solo nos hablan de las preferencias de los encuestados, sino que ya desde ahora nos hablan de una tendencia que ya no se puede detener. ¿Y la Democracia?
La Iglesia nos enseña que es deber de los fieles cristianos participar en todo aquello que hace posible la construcción del bien común en la sociedad. Especialmente en lo que se refiere a la responsabilidad de participar en la construcción de la vida democrática del país, mediante la emisión de su voto responsable en las elecciones. “El cristiano tiene la obligación de participar en la búsqueda del modelo político más adecuado en la organización y en la vida política de su comunidad. Apoyando este empeño en un proyecto de sociedad coherente a su concepción del ser humano, que expresen sus convicciones acerca de la naturaleza, origen y fin del hombre y de la sociedad” (Mensaje ante el actual proceso electoral, p. 8)
La Iglesia aprecia el sistema de la democracia, “en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica. Por esto mismo, no puede favorecer la formación de grupos dirigentes restringidos que, por intereses particulares o por motivos ideológicos, usurpan el poder del Estado” (Ibid p.7).
El voto de los fieles cristianos debe asumir una responsabilidad moral, es decir, tiene que ser consecuente con los dictados de su conciencia y de su fe, de la prudencia y de un claro objetivo por el bien común.
Escuchar nuestra conciencia. Esto es necesario para tomar cualquier decisión moral. Ser fiel a su conciencia nos une con el resto de la humanidad en la búsqueda de la verdad, y la conciencia debe desarrollarse a través de la oración, la reflexión y el diálogo con otros. Primero hay que informarse conociendo la posición de la iglesia en temas importantes (vida, justicia, familia, etc.), y estudiar las posiciones de los candidatos sobre estos temas, sobre todo escuchando sus propuestas. Es importante notar las acciones de los candidatos, saber cómo se han comportado en el pasado sobre los temas que son importantes y que se tienen que asegurar a la población.
La prudencia. Hacer lo correcto requiere de la virtud de la prudencia: es la sabiduría moral que se requiere para aplicar nuestros principios en un mundo imperfecto y en circunstancias imprevistas. Es como un “sentido común moral”. ¿Qué candidato realmente nos puede conducir por el camino del progreso social para el bien común? El Catecismo de la Iglesia Católica explica: “Es la prudencia lo que inmediatamente guía el juicio de la conciencia…Con la ayuda de esta virtud aplicamos principios morales a casos individuales sin error y superando dudas sobre lograr el bien y evitar el mal” (n.1806). La prudencia es especialmente importante cuando decidimos cómo votar. Esta virtud nos ayudará a pensar y razonar convenientemente el voto y otorgarlo a personas aunque sean de diferentes partidos.
El bien común. Como católicos nuestra responsabilidad principal es por el bien común. Una cultura por el bien común ofrece salud, bienestar y dignidad para todas las personas y promueve el bien de todos, no sólo el de unos cuantos. También se concentra en ayudar a los que lo necesitan más: el pobre y el vulnerable. El bien común no es lo mismo que la caridad. Una cultura del bien común protege a todos: la clase media, los ricos y los pobres.
Durango, Dgo., 10 de Junio del 2012 + Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango
Email: episcopeo@hotmail.com