Desarrollo humano integral: Migración, pobreza, desocupación, finanzas y sindicatos
Cuando se trata del desarrollo humano integral no se debe dejar a un lado estos fenómenos que están ligados a él. El fenómeno de la Migración hoy, impresiona por los problemas que suscita y por los desafíos que plantea, tanto en el nivel nacional como internacional. Es un fenómeno que ha marcado esta época y que requiere una fuerte política de cooperación internacional para afrontarlo. Se necesita una estrecha colaboración entre los países afectados de donde salen y adonde llegan. Ningún país por si solo puede ser capaz de hacer frente a los problemas migratorios actuales. Es un fenómeno complejo. Pero hay que señalar que los trabajadores extranjeros contribuyen de manera significativa con su trabajo al desarrollo económico del país que los acoge, así como a su país de origen a través de las remesas de dinero. Estos trabajadores no pueden ser considerados como una mercancía o mera fuerza laboral y no deben ser tratados como cualquier otro factor de producción. Todo emigrante es una persona humana que posee derechos fundamentales inalienables que han de ser respetados por todos y en cualquier situación.
Pobreza y desocupación. En muchos casos los pobres son el resultado de la violación de la dignidad del trabajo humano, ya sea por que se limitan sus posibilidades, o porque se devalúan los derechos que fluyen del mismo, por ejemplo el justo salario y la seguridad del trabajador y su familia. Juan Pablo II en el año 2000, lanzó un llamamiento para “una coalición mundial a favor del trabajo decente”. ¿Qué significa la palabra decencia aplicada al trabajo? “Significa un trabajo que sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer; un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; un trabajo que haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación; un trabajo que permita satisfacer las necesidades de las familias y escolarizar a los hijos sin que se vean obligados a trabajar; un trabajo que consienta a los trabajadores organizarse libremente y hacer oír su voz; un trabajo que deje espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito personal, familiar y espiritual; un trabajo que asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubilación”.
En este tema es importante hacer un llamado a las organizaciones sindicales de los trabajadores. Éstas han sido siempre alentadas y sostenidas por la Iglesia. Están llamadas a hacerse cargo de los nuevos problemas de nuestra sociedad. La globalización requiere de los sindicatos, comprometidos en la defensa de los intereses de sus afiliados, que vuelvan la mirada hacia los no afiliados y, en particular, hacia los trabajadores de los países en vías del desarrollo, donde tantas veces se violan los derechos sociales. Las organizaciones sindicales deberán promover la defensa de estos trabajadores, mediante iniciativas apropiadas, en donde resalten las auténticas razones éticas y culturales en los que se fundamentan para ser un factor decisivo para el desarrollo. La Doctrina Social de la Iglesia propone la distinción de papeles y funciones entre sindicato y política. Esta distinción permitirá a las organizaciones sindicales encontrar en la sociedad civil el ámbito más adecuado para su necesaria actuación en defensa y promoción del mundo del trabajo, sobre todo a favor de los trabajadores explotados y no representados.
Las finanzas. Se requiere una renovación de sus estructuras y modos de funcionamiento, después de su mala utilización que ha dañado la economía real. Es necesario que sean un instrumento encaminado a producir mejor riqueza y desarrollo. La economía y las finanzas deben ser utilizadas de manera ética para crear las condiciones adecuadas para el desarrollo del hombre y de los pueblos. Es útil, necesario e indispensable, promover iniciativas financieras en las que predomine la dimensión humanitaria, teniendo como meta del sistema financiero, el sostenimiento de un verdadero desarrollo. Los agentes financieros han de redescubrir el fundamento ético de su actividad para no abusar de los instrumentos sofisticados y no traicionar a los ahorradores. Recta intención, transparencia y búsqueda de los buenos resultados son compatibles y nunca se deben separar, estos se deben practicar en las finanzas.
Se debe regular el sector financiero para salvaguardar a los más débiles e impedir especulaciones, pero también se deben experimentar nuevas formas de finanzas a favorecer proyectos de desarrollo, para educar y promover la responsabilidad del ahorrador. La experiencia de la microfinanciación debe ser reforzada y actualizada, sobre todo en los sectores más vulnerables de la población para protegerlos de la usura y la desesperación. Los más débiles deben ser educados para defenderse de la usura, así como los pueblos pobres han de ser educados para beneficiarse del microcrédito, frenando así, posibles formas de explotación. También en los países ricos la microfinanciación puede ofrecer ayudas para crear iniciativas y sectores nuevos que favorezcan a las capas más débiles de la sociedad.
Para la situación que vive nuestro país, es importante darles cause a estos problemas y vislumbrar un camino que nos conduzca a un auténtico desarrollo humano integral.
Durango, Dgo. 10 Enero del 2010. + Héctor González Martínez
Arz. de Durango
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