Entradas

EPISCOPEO 15 DE JULIO DEL 2012

La obra social de la Iglesia Católica: la caridad es amor recibido y ofrecido

            Desde sus inicios la Iglesia católica ha sido una entidad volcada a lo social, desde el aspecto de más necesitados y desde la caridad bien entendida. La historia es el testigo de esta afirmación.

Porque la caridad es parte de la dignidad de las personas, la Iglesia ha institucionalizado la caridad con la creación, por el Papa Pablo VI, del Consejo Pontificio “Cor Unum”, un instrumento ejecutivo del Papa que gestiona las iniciativas humanitarias en caso de calamidad natural o víctimas de conflictos bélicos. El Papa Juan Pablo II creó en 1984 la Fundación que lleva su nombre papal, fundación para el Sahel (desierto) que lucha contra la sequía y la desertización, ayudando a sus afectados. Y también existe la Fundación Populorum Progressio, Esta última financia cada año un gran número de proyectos en Haití. Se han presentado para la evaluación 230 proyectos, pertenecientes a 20 países, orientados a atender necesidades en diversos sectores: producción (agropecuaria, artesanal y microempresarial), infraestructura comunal (agua potable, letrinas, salones comunitarios), educación (capacitación, dotación de escuelas, publicaciones), salud (campañas preventivas, dotación de dispensarios) y construcción (centros educativos y de salud). Leer más

Homilía Domingo XV; 15-VII-2012


Enviados a evangelizar

“Jesús llamó a los doce y empezó a enviarlos de dos en dos, dándoles poderes sobre los espíritus inmundos. Les ordenó, que aparte del bastón, no llevaran nada para el camino… que entrando en una casa, permanecieran en ella hasta que partieran de aquel lugar… Partiendo, predicaban que la gente se convirtiera, arrojaban muchos demonios y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban”.

Leer más

Episcopeo 8 de julio del 2012

Domingo: día del Señor

            Después de las elecciones federales celebradas en todo el país, al término del ciclo escolar y al inicio del tiempo de vacaciones, sobre todo para los niños, adolescentes y jóvenes, es necesario que retomemos la responsabilidad de la vida familiar, del trabajo, y de la oportunidad que significa este tiempo para convivir en familia y del descanso necesario.

            La celebración del domingo “Día del Señor”, tiene que seguir siendo el día dedicado a la escucha del Maestro, y a la participación del Banquete Eucarístico.

Hemos de encontrar tiempo para que el domingo sea, realmente, un día de plenitud, de amor, de familia, de solidaridad, dedicado al Señor. En el día del Señor una verdad profunda acompaña la vida de todo creyente: venimos de Dios, vamos a Dios. El domingo agradece el don de la existencia, el amor de un Dios que nos creó y que nos permite disfrutar del sol, de la luna, del viento, de la sonrisa de los niños, de la vida. El domingo nos susurra que Dios nos ama, que somos sus hijos, que es un Padre que nos espera con cariño.

Todo esto se vive de modo especial cuando la Iglesia celebra los sacramentos. Es la liturgia “el ámbito privilegiado en el que Dios nos habla en nuestra vida, habla hoy a su pueblo, que escucha y responde”. Dios viene a nuestro encuentro, nos habla a través de su Palabra, nos invita al diálogo con Él, “nos introduce a cada uno en el coloquio con el Señor: Dios que habla nos enseña cómo podemos hablar en Él”.

Y es en la celebración de la Eucaristía donde el Señor se encuentra con sus discípulos a través de su Palabra. “La Eucaristía nos ayuda a entender la Sagrada Escritura, así como la Sagrada Escritura, a su vez ilumina y explica el misterio eucarístico”.

El domingo es un día muy especial. Nos lo recordó el Papa Juan Pablo II, nos decía: “Por medio del descanso dominical, las preocupaciones y las tareas diarias pueden encontrar su justa dimensión: las cosas materiales por las cuales nos inquietamos dejan paso a los valores del espíritu; las personas con las que convivimos recuperan, en el encuentro y en el diálogo más sereno, su verdadero rostro”.

El Papa Benedicto XVI nos dice: “Ese día, llamado después “domingo”, “Día del Señor” es el día de la asamblea, de la comunidad cristiana que se reúne para su propio culto, que es la Eucaristía, culto nuevo y distinto desde el principio, de aquel judío del sábado. De hecho, la celebración del Día del Señor es una evidencia muy fuerte de la Resurrección de Cristo, porque sólo un evento extraordinario e inquietante podría inducir a los primeros cristianos a iniciar un culto diferente al sábado judío.

La liturgia, “el culto cristiano no es sólo una conmemoración de los acontecimientos pasados, ni una experiencia mística en particular, interior, sino fundamentalmente un encuentro con el Señor resucitado, que vive en la dimensión de Dios, más allá del tiempo y del espacio, y sin embargo, está realmente presente en medio de la comunidad, nos habla en las sagradas escrituras, y parte para nosotros el pan de vida eterna”.

El domingo debe ser, de modo especial, un momento para la familia. Conocemos o hemos formado parte de una familia que pasa casi todo el domingo unidos y en paz, con un proyecto común. Juntos se va a misa, se prepara la comida, se juega un rato o se va de paseo, o visitan a los abuelitos. Juntos se ve la televisión o se hacen los deberes para la escuela. Juntos se distribuyen las tareas (siempre hay mil cosas que arreglar) y la limpieza de la ropa, de la cocina, de la casa. Juntos se va al parque, o al cine. Son familias que pueden hacerlo todo unidos porque, de verdad, se quieren a fondo, y saben unos ceder un poco para la felicidad de otros. Y eso es muy fácil si el amor es lo más importante de la casa.

            Especialmente este tiempo de vacaciones, de distracciones, de celebraciones festivas de la fundación de nuestra ciudad, nos urge revivir a fondo el domingo, hacer de cada domingo, de verdad, el día del Señor y nuestro día favorito.

 Durango, Dgo., 8 de Julio del 2012                          + Mons. Enrique Sánchez Martínez

Obispo Auxiliar de Durango

Email: episcopeo@hotmail.com

Homilía Domingo XIV, 8-VIII-2012

Pecar, rechazando a Cristo

             En la primera lectura de hoy, inspirado el profeta Ezequiel dice: “hijo del hombre, yo te mando a los israelitas, a un pueblo de rebeldes, que se han vuelto contra mí. Ellos y sus padres pecaron contra mí hasta hoy; aquellos a los que te mando son hijos testarudos y de corazón duro. Tú les dirás: dice el Señor Dios; escuchen o no escuchen; porque son rebeldes; sabrán al menos que un profeta está en medio de ellos”; aún conociendo de antemano las reacciones y actitudes, Dios, confía a Ezequiel la misión de ir a los israelitas; la razón de ello, es para que sepan que existe un profeta en medio de ellos; que sepan, que Dios no los ha abandonado, pues es un Dios fiel y que por ello está presente.             

             El Evangelio de hoy, presenta el resultado del ministerio de Jesús entre las masas: “Un sábado, Jesús empezó a enseñar en la sinagoga; muchos quedan estupefactos y decían: ¿de donde la viene a este ese conocimiento?… y se escandalizaban de Él. Jesús se admiraba de su incredulidad”. Cuando Jesús busca la adhesión, obtiene el rechazo; ¿porqué?; porque los oyentes se dejan encasillar en categorías humanas como la familia, la ocupación o los parientes, y no quieren ir más allá, aceptando lo que se revela en Jesús. Si la idolatría caracteriza a las naciones paganas, la incredulidad afecta al mismo pueblo de Dios; toda la historia de Israel, está plagada de incredulidad, de rechazos y de regresos a los ídolos, de confianza en los dioses de los pueblos paganos. Expresión de este rechazo es la condición del profeta siempre obstaculizado y hasta perseguido.

             La relación de Jesús con su pueblo fue al mismo tiempo tierna y tempestuosa: “cuántas veces he querido recoger a tus hijos como una gallina recoge a sus polluelos bajo sus alas; pero no has querido” (Mt 23, 37). Como sus padres se comportaron con los profetas, así los israelitas se comportaron con Jesús: “son un pueblo de rebeldes… son hijos testarudos y de corazón duro;”.

             Son muchas las fallas y los  rechazos del pueblo elegido. Sobre todo los errores  de interpretación de la ley; el pueblo sofocó en la letra un documento lleno de tensión escatológica; redujo la figura y la misión del Mesías a dimensiones demasiado pequeñas, humanas y nacionalistas. Algunos sectores del pueblo creyeron poder ser autosuficientes por sí mismos y se cerraron a toda iniciativa de Dios. Ofuscados por la preocupación de ventajas humanas, los hebreos descuidaron los signos que Dios les enviaba. También el culto fue deformado en el formulismo y resultó un lugar de prestaciones cultuales sin un verdadero empeño personal.

             En este panorama el incidente del Evangelio de hoy, en Nazaret la tierra de Jesús, alcanza un significado educativo. Jesús se presenta en su pueblo, no como un simple ciudadano que visita a su familia; Él va con sus discípulos en pleno ejercicio de su calidad de Maestro dotado de sabiduría y de autoridad fuera de lo común. Pero, sus paisanos contrastan sus cualidades excepcionales con su origen; su gente, “se escandaliza de Él” y no lo acepta en lo que realmente es. S. Pablo dice, que un Mesías como Jesús “es locura para los griegos y escándalo para los judíos” (1Cor 1,23).

             Una gran parte de los hebreos no reconocieron a Jesús; entendamos que las razones de este rechazo aluden también a nosotros: es decir, también nosotros estamos en el peligro de querer salvarnos por nosotros mismos, de poner nuestra confianza solo en medios externos, de restringir la universalidad de nuestra religión con nuestras interpretaciones demasiado humanas y demasiado ligadas a un ambiente muy particular. Sobre todo también nosotros estamos en la continua tentación de hacer callar a los profetas porque nos incomodan de nuestras posturas adquiridas y hacen aparecer nuestras seguridades.

             Jesús no vino a confirmarnos en nuestras seguridades; su persona es siempre un signo de contradicción; su palabra empuja a hacer siempre nuevas y mejores elecciones y a comprometernos. Y sin embargo, nosotros sabemos tomar la justa distancia; sabemos ponernos por encima de las partes para no incomodar a nadie, para no provocar reacciones o rechazos. El profeta nos obliga a salir de nuestra posición de equilibrio, a dejar nuestra tranquilidad; por ello, frecuentemente el profeta es irritante. Una constante de los profetas es la dificultad de impactar con sus oyentes inmediatos. En un mundo como el nuestro, que busca vivir tranquilo, y disfrutar egoístamente el presente, el profeta es por fuerza, signo de contradicción.                

 

Circular 10/2012

A TODOS LOS SACERDOTES DE LA ARQUIDIÓCESIS DE DURANGO

    Muy estimados hermanos en el Señor: Estimado sacerdote, te saludo con afecto deseando que la Pascua del Señor reavive tu existencia y ministerio sacerdotal. Por la presente te convoco a la vivencia de los Ejercicios Espirituales, los cuales se realizaran de la siguiente manera:

• Primer Grupo: tendrá lugar en el Seminario Mayor del lunes 30 de julio a las 4:00 p.m., al viernes 3 de agosto después de comida. El director espiritual será el Pbro. Antonio Armendáriz Alvarado.

• Segundo Grupo: tendrá lugar en el Seminario Mayor del lunes 6 de agosto a las 4:00 p.m., al viernes 10 de agosto después de comida. El director espiritual será Mons. Ruy Rendón Leal. Hago votos para que los Ejercicios Espirituales sean una oportunidad privilegiada para que se haga realidad en tu vida, ya desde ahora, el deseo del Santo Padre Benedicto XVI, con motivo de la promulgación de la año de la fe: “El encuentro con Jesucristo y la belleza de la fe en Él; una renovada conversión al Señor Jesús y al redescubrimiento de la fe en Él, para que seas testigo creíble y gozoso del Señor resucitado, capaz de indicar la puerta de la fe a tantas personas que buscan la verdad”.

    No olvides traer: tus cosas personales, ropa de cama, tu alba y liturgia de las horas así como tu aportación económica de $ 900.00 (novecientos pesos m/n), misma que entregaras al Pbro. Abraham Mejía Mier. Para reservar hospedaje, favor de comunicarse al celular 618 163 83 52 con el Pbro. Refugio Estrada Noris. Anexamos la lista de los nombres de Padres que participaran tanto en los dos grupos de ejercicios. Para efecto de organización, el deseo es que se respete el grupo en la que se te ha ubicado, de presentarse algún inconveniente, ten la amabilidad de avisarle al Padre Refugio Estrada N. Confiando vernos pronto, saludarnos, orar y reflexionar fraternalmente. Durango, Dgo. 11 de junio del 2012

. + Mons. Héctor González Martínez Arzobispo de Durango

+ Mons. Enrique Sánchez Martínez. Obispo Auxiliar

Coordinador de la Comisión del Clero

Homilía XIII domingo ordinario; 1-VII-2012

El Señor de la vida

            Hoy la primera lectura está tomada del libro de la Sabiduría. Y nos educa sabiamente: “Dios no hizo la muerte, y no le gusta que se pierdan los vivos. Él creó todas las cosas para que existan; las especies que aparecen en la naturaleza son medicinales, y no traen veneno ni muerte. La tierra no está sometida a la muerte, pues el orden de la justicia está más allá de la muerte”.

             ¿Para qué pues, nos creó Dios?: para la vida; la muerte no puede venir de Él;  Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos. Cuando Dios entra en nuestra historia, lo hace para dar vida; y si ha de castigar, es lento para castigar y da tiempo al arrepentimiento. Más aún, Dios se contrista cuando ve el mal.

            Una cierta sabiduría positivista busca hacernos aceptar la perspectiva de la muerte estoicamente como algo natural, con serenidad racional, sin miedos, sin ilusiones consoladoras. Pero, la realidad es más fuerte que cualquier doctrina; ante la inexorable certeza de la muerte, el hombre se rebela contra ella y después de haber gustado el sabor de la vida no quisiera morir. Tiene la clara percepción de que la muerte es la salida natural de la vida: es una violencia a su inextinguible sed de vida. El hombre de todos los tiempos ha tenido un sentido muy agudo sobre la muerte; pero, no fue creado para la muerte. Dominador de la naturaleza, explorador del universo, artífice de conquistas cada vez más atrevidas, se encuentra inevitablemente con la sorpresa de la muerte.

             Desde la visión de la fe, la muerte es una falla de la creación, un jaquemate a la vida. Dios no creó la vida humana para que cayera en los brazos de la nada. Dios no ha creado la muerte y no goza con la ruina de los vivientes; Él creó todo para la existencia. La muerte no entraba en el plan de Dios; entró por la envidia del maligno, por el pecado del hombre, entendido como intento de autodestrucción del hombre, pues con el pecado el hombre rompe sus relaciones con la fuente misma de la vida, rompe sus relaciones con Dios, el viviente por excelencia. El hombre de todos los tiempos ha tenido un sentido muy agudo sobre la muerte; pero, no fue creado para la muerte. Dominador de la naturaleza, explorador del universo, artífice de conquistas cada vez más atrevidas, se encuentra inevitablemente con la sorpresa de la muerte.

            Dios nos llama a la vida. Desde el principio al fin, la Biblia nos revela un sentido profundo de la vida en todas sus formas, nos revela que el hombre busca con incansable esperanza un don sagrado en que Dios hace resplandecer su misterio; por ejemplo, en el centro del paraíso Dios plantó “el árbol de la vida” cuyo fruto debía hacer vivir para siempre (Gen 3, 22). El profeta Ezequiel asienta que “Dios se ha revelado como Dios de vivos y no de muertos” (18, 22) y no se complace en la muerte de nadie: Dios es el Padre de quién procede toda vida. En los Evangelios, Cristo es “el Verbo de vida, por quien existe toda vida”; “es resurrección y vida”; “es el pan de vida”; cualquiera que lo come tiene ya en sí, la vida permanente; Él es la fuente que salta hasta la vida eterna.

             Los milagros, especialmente las resurrecciones, testimonian que Él ha venido a comunicar vida;  las resurrecciones constituyen el signo del destino a que está llamada la humanidad: la vida eterna. Se puede decir que todo el mensaje cristiano se centra en: quien participa de Cristo, participa de la vida. Después de Cristo y su resurrección, quien cree, aún si sabe que ha de morir, ve la muerte como un momento para pasar a una vida sin fin; la muerte, se convierte en un pasaje, asume el carácter pascual de una victoria.

             Para el cristiano, la muerte es tremenda y terrible, porque es el precio del pecado y todo nuestro ser humano se rebela. Pero, la muerte es también una puerta abierta al mundo nuevo y al cielo nuevo que nos permiten lanzarnos en los brazos del Padre. Por ello, junto con expresiones de angustia y miedo, frente a la muerte encontramos en la experiencia cristiana, ejemplos de calma y de paz, junto con el deseo de que la distancia o la tardanza sean abreviadas. S. Pablo decía: “deseo que mi cuerpo sea disuelto, y pueda encontrarme con Cristo”: Y S. Fco de Asís: “Alabado seas mi Señor, por nuestra hermana muerte”.

Episcopeo «Elecciones 1 julio 2012: gran fiesta cívica de esperanza y de reconciliación»

Ha llegado el día en que vayamos a las urnas a elegir a nuestros gobernantes. Los motivo a recibir la invitación de los obispos mexicanos para esta jornada electoral: “La Democracia en México ha de consolidarse en la Paz, el desarrollo, la participación y la solidaridad”. Los Obispos de México ante el inminente proceso electoral, animamos a los fieles cristianos a participar de una manera informada, consciente y responsable de la gran fiesta democrática..

Los Obispos estamos convencidos que el sistema democrático es la mejor opción para la construcción y desarrollo de una sociedad equitativa en México. La democracia ofrece la posibilidad de establecer y fortalecer las estructuras adecuadas para generar las condiciones de vida de todo mexicano, acordes a su dignidad como persona, amada por Dios, y lo lleven al compromiso y donación a los demás para la construcción de bien común.

La democracia no existirá, si no va apuntalada con procesos de paz, de desarrollo, de participación ciudadana y de solidaridad.

En esta etapa crucial de la historia de nuestra sociedad mexicana, anhelamos despertar y alentar en todos los ciudadanos, la vital importancia de recuperar juntos la confianza social en las instituciones, en los ámbitos público y privado; para ello, es necesario restablecer con firmeza y responsabilidad conjunta, nuestro modo de proceder, en base a los principios éticos.

El deber inmediato de actuar en favor de un orden justo en la sociedad es más bien propio de los fieles laicos. Como ciudadanos del Estado, están llamados a participar en primera persona en la vida pública. Por tanto, no pueden eximirse de la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común. La misión de los fieles laicos es, por tanto, configurar rectamente la vida social, respetando su legítima autonomía y cooperando con los otros ciudadanos según las respectivas competencias y bajo su propia responsabilidad.

Para recuperar la nobleza y significación de la vida política se requiere la participación de los cristianos en la vida pública. El ser ciudadano está relacionado con la pertenencia a la comunidad y los cristianos no pueden eximirse de colaborar en las tareas políticas de su propia comunidad, empezando por participar responsablemente en los procesos electorales pero asumiendo que la participación ciudadana va más allá del sufragio. Se participa cuando se contribuye a la organización de la sociedad civil, alentando el diálogo y la tolerancia.

Exhortamos y animamos al ejercicio de nuestro derecho y deber de votar, ejercicio que nunca irá solo, sino que debe ser indispensablemente acompañado de nuestra participación en las diversas instituciones que a través de la historia de nuestra Patria hemos conseguido. Es la hora propicia para que funcionen de manera adecuada, mediante la vigilancia y nuestra colaboración; no solo las electorales, sino también las familiares, escolares, religiosas, etc. Esto depende de todos nosotros que tenemos el orgullo de llamarnos mexicanos, donde quiera que nos encontremos.

Consideramos que un proceso electoral, llevado con civilidad y con propuestas para resolver nuestros principales problemas, podrá ser una gran fiesta cívica de esperanza, que propiciará la reconciliación, el trabajo en conjunto, el dejar a un lado posiciones e intereses inamovibles, individuales o partidistas, y de sumarnos todos los ciudadanos mexicanos a una causa común. Por tanto, en este tiempo de nuestra historia concreta: ¡llamamos a sumarnos todos al proyecto de Nación que nos hermana, a unir todas nuestras fuerzas y voluntades para que en México se consolide la Democracia!

Encomendamos a la Virgen María de Guadalupe este proceso de nuestra Patria, Ella que fue enaltecida en el primer lábaro patrio, por Miguel Hidalgo en el grito de Independencia, sea quien acompañe de nuevo a nuestro pueblo en el compromiso de elegir las autoridades que conduzcan por el mejor camino a nuestra antigua y querida nación.

Durango, Dgo., 1 de Julio del 2012                          + Mons. Enrique Sánchez Martínez

Obispo Auxiliar de Durango

Email: episcopeo@hotmail.com

Episcopeo 24 de junio del 2012

Juan el Bautista un profeta para nuestro tiempo

Se respira ya aire de fin de curso, del inicio de una nueva estación. Acaba de celebrarse el solsticio de verano. Hemos alcanzado el máximo de luz. A partir de ahora los días irán menguando y las noches crecerán lentamente. En este tiempo de cambio de la naturaleza, también nosotros vivimos un tiempo de cambio constante. Terminamos e iniciamos etapas de nuestra vida, en lo personal, en la familia, en la sociedad, en todos los ámbitos. Pero no avanzamos sin rumbo, desorientados. Jesús se nos propone “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, es decir es el faro que debe orientar nuestras vidas. Así también el Bautista nos dijo: “Yo no soy quien pensáis, sino que viene detrás de mí uno a quien no merezco desatarle las sandalias”.

El profeta Isaías (49,1-6) presenta el segundo cántico del Siervo. El punto de partida y de llegada del servidor son las “islas”, los “pueblos lejanos” o las “naciones”, esto es, proclama un mensaje universal. Detalla su vocación: el profeta ha sido llamado desde el vientre materno y se relaciona su ministerio con la palabra, aunque puede estar simplemente utilizando diversas imágenes (palabra, flecha) para hablar del carácter de su misión. Pero también habla del fracaso de la misión ante el pueblo. Pero deja hablar a Dios que le dirige unas palabras de consuelo y le encomienda la misión dirigida a Israel y después a todas las naciones.

En Hechos de los Apóstoles 13, 22-26, anuncia el mensaje de salvación que se cumple en la muerte y la resurrección de Jesús, de quien dan testimonio las escrituras y donde se engarza, como un elemento más, Juan Bautista. Se trata de una figura del Antiguo Testamento que testimonia este mensaje de salvación con el bautismo de conversión y también con sus palabras y su vida.

El Evangelio de San Lucas (1, 57-66.80). Una vez que María visita a Isabel y exulta de alegría, encontramos el nacimiento milagroso del Bautista. El ambiente de alegría que rodea las promesas de Dios cumplidas en Zacarías, signo de la llegada de los nuevos tiempos mesiánicos. El nombre de Juan aparece como divinamente inspirado (por el acuerdo entre la madre y el padre) e indica la excepcional personalidad de Juan y su misión, de ahí que el auditorio se sorprenda, puesto que la costumbre era llamar al hijo como al padre y se extrañe aún más al recuperar Zacarías el habla.

Juan y Jesús son los protagonistas de su pueblo. Su vocación y su misión son el plan de salvación de Dios. El profeta Isaías se admira al contemplar la historia de Dios en la vida del Siervo. Comienza ésta cuando aún no ha nacido y crece como si fuera expresión de Dios. A la historia y misión del siervo se añaden nuevos matices cuando nos acercamos al evangelio. La figura del siervo se concreta: Juan Bautista. En torno al prodigio divino de su nacimiento aparecen la alegría y el asombro. A Isabel le llegan muestras de cariño por parte de sus vecinos y parientes dado que se trata de una obra de Dios.

Así se nos lleva hasta la cuestión del nombre, que se convierte en la trama central. Las discrepancias, las faltas de acuerdo, refuerzan el sentido. Y sucede la obra extraordinaria de Dios: Zacarías escribe el nombre del niño y comienza a hablar de nuevo. En el nombre está el designio de Dios y la misión a la que se llama a su siervo. Como entonces, ahora ya no es su nombre Zacarías, sino Juan, porque pertenece a Dios. Hasta el final permanece el temor y el misterio pues la vida del niño crece de acuerdo a los planes divinos. Vive en el desierto donde prepara la nueva tierra de Dios, como ya lo hicieron los antiguos israelitas, y se presenta a su pueblo para dar razón de lo más inesperado: Dios en persona se hace presente en la tierra.

La salvación universal y la luz de las gentes del siervo de Isaías toman carne en Jesús. La historia latente en este nombre desplegará nuevos significados de la presencia del cielo en la tierra con su muerte y su resurrección. Para la vida del creyente, con su propia historia que Dios conoce y sondea, recibe la misión para su pueblo: dar testimonio de la luz.

Durango, Dgo., 24 de Junio del 2012                       + Mons. Enrique Sánchez Martínez

                                                                                         Obispo Auxiliar de Durango

Email: episcopeo@hotmail.com

Domingo XI ordinario 17-VI-2012

La semilla que crece

 En el año 597, Nabucodonosor deporta a Babilonia al rey Joaquín y pone a Sedecías en su lugar, el cual rompe la alianza con el rey de Babilonia y con Dios; el Señor lo castiga, pero eso no quita a Dios la posibilidad de continuar con Israel su obra de salvación, e inmediatamente anuncia la restauración del reino con la alegoría de un agricultor  que planta una rama y observa su crecimiento; dice pues, la primera lectura tomada del profeta Ezequiel: “yo tomaré de lo alto de un cedro una ramita, la plantaré sobre un monte alto, macizo, sobre el monte alto de Israel; echará  ramas y será un cedro magnífico”.  S. Marcos en su Evangelio  nos ofrece hoy una enseñanza orgánica de Jesús sobre el Reino de Dios.  Jesús dice: “el Reino de Dios es como un hombre que siembra la semilla en la tierra; duerma o vigile, de noche o de día, la semilla germina y crece; cómo, él mismo no lo sabe”. Leer más

Episcopeo 17-junio-2012

Acentuaciones para el actual proceso electoral

            Esto que les presento hoy es parte del Mensaje de la Arquidiócesis de Durango “Ante el actual proceso electoral”. Animamos a los fieles cristianos, iluminados por el Evangelio y la Doctrina de la Iglesia, a participar de una manera informada, consciente y responsable de la gran fiesta democrática para elegir el próximo primero de julio a nuestras autoridades federales.

La Democracia. La Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica. Por esto mismo, no puede favorecer la formación de grupos restringidos que, por intereses particulares o por motivos ideológicos, usurpan el poder del Estado. Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana. Requiere que se den las condiciones necesarias para la promoción de las personas concretas, mediante la educación y la formación en los verdaderos ideales, así como de la “subjetividad” de la sociedad mediante la creación de estructuras de participación y de corresponsabilidad (Centesimus Annus no. 46).

Cuando no se observan estos principios, se resiente el fundamento mismo de la convivencia política y toda la vida social se ve progresivamente comprometida, amenazada y abocada a su disolución. Si no existe una verdad última que guíe y oriente la acción política, entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia. Así, en cualquier campo de la vida personal, familiar, social y política, la moral ofrece un servicio original, insustituible y de enorme valor no sólo para cada persona y para su crecimiento en el bien, sino también para la sociedad y su verdadero desarrollo (Veritatis Splendor no. 101).

La Participación ciudadana. El deber inmediato de actuar en favor de un orden justo en la sociedad es más bien propio de los fieles laicos. Como ciudadanos del Estado, están llamados a participar en primera persona en la vida pública. Por tanto, no pueden eximirse de la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común. La misión de los fieles laicos es, por tanto, configurar rectamente la vida social, respetando su legítima autonomía y cooperando con los otros ciudadanos según las respectivas competencias y bajo su propia responsabilidad.

Es impensable la participación si no se conocen los problemas de la comunidad política, de los datos de hecho y de las varias propuestas de solución. En este sentido estamos obligados a conocer a los candidatos, en particular a conocer sus ideas y su proyecto de nación.

El cristiano tiene la obligación de participar en la búsqueda del modelo político más adecuado en la organización y en la vida política de su comunidad. Apoyando este empeño en un proyecto de sociedad coherente a su concepción del ser humano, que expresen sus convicciones acerca de la naturaleza, origen y fin del hombre y de la sociedad.

Los partidos políticos y candidatos. Los partidos políticos tienen la tarea de favorecer una amplia participación y el acceso de todos a las responsabilidades públicas. Los partidos están llamados a interpretar las aspiraciones de la sociedad civil orientándolas al bien común, ofreciendo a los ciudadanos la posibilidad efectiva de concurrir a la formación de las opciones políticas. De los partidos políticos y de sus candidatos queremos escuchar propuestas de gobierno y de reformas legislativas orientadas a superar nuestros principales problemas, que son muchos.

Fortalecimiento del Estado de Derecho y de las Instituciones. Fortalecer al Estado en base a principios éticos es la mejor plataforma social sobre la cual es realizable el compromiso con una cultura de la no-violencia y de respeto a toda vida, una cultura de la solidaridad y con un orden económico justo.

Apreciamos una real división de poderes en el Estado: es preferible que un poder esté equilibrado por otros poderes y otras esferas de competencia, que lo mantengan en su justo límite. Este el principio del “Estado de Derecho”, en el cual es soberana la ley y no la voluntad arbitraria de los hombres.

Todo lo que atañe a la comunidad de los hombres (situaciones y problemas relacionados con la justicia, la libertad, el desarrollo, las relaciones entre los pueblos, la paz), no es ajeno a la evangelización; ésta no sería completa si no tuviese en cuenta la mutua conexión que se presenta constantemente entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre. Cuando la Iglesia anuncia su doctrina social, anuncia a Dios y su misterio de salvación en Cristo a todo hombre y revela al hombre a sí mismo. Es éste un ministerio que procede, no sólo del anuncio, sino también del testimonio

            Por eso una vez más nos remitimos a los principios y valores de la doctrina de la Iglesia. Para la consolidación democrática se requiere una reflexión profunda sobre la Paz, la cual no podrá conseguirse sin un verdadero Desarrollo y la Participación ciudadana de nuestros pueblos, generando un compromiso fraterno y solidario entre todos los mexicanos.

Durango, Dgo., 17 de Junio del 2012                       + Mons. Enrique Sánchez Martínez

Obispo Auxiliar de Durango

Email: episcopeo@hotmail.com