Episcopeo 17-junio-2012

Acentuaciones para el actual proceso electoral

            Esto que les presento hoy es parte del Mensaje de la Arquidiócesis de Durango “Ante el actual proceso electoral”. Animamos a los fieles cristianos, iluminados por el Evangelio y la Doctrina de la Iglesia, a participar de una manera informada, consciente y responsable de la gran fiesta democrática para elegir el próximo primero de julio a nuestras autoridades federales.

La Democracia. La Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica. Por esto mismo, no puede favorecer la formación de grupos restringidos que, por intereses particulares o por motivos ideológicos, usurpan el poder del Estado. Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana. Requiere que se den las condiciones necesarias para la promoción de las personas concretas, mediante la educación y la formación en los verdaderos ideales, así como de la “subjetividad” de la sociedad mediante la creación de estructuras de participación y de corresponsabilidad (Centesimus Annus no. 46).

Cuando no se observan estos principios, se resiente el fundamento mismo de la convivencia política y toda la vida social se ve progresivamente comprometida, amenazada y abocada a su disolución. Si no existe una verdad última que guíe y oriente la acción política, entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia. Así, en cualquier campo de la vida personal, familiar, social y política, la moral ofrece un servicio original, insustituible y de enorme valor no sólo para cada persona y para su crecimiento en el bien, sino también para la sociedad y su verdadero desarrollo (Veritatis Splendor no. 101).

La Participación ciudadana. El deber inmediato de actuar en favor de un orden justo en la sociedad es más bien propio de los fieles laicos. Como ciudadanos del Estado, están llamados a participar en primera persona en la vida pública. Por tanto, no pueden eximirse de la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común. La misión de los fieles laicos es, por tanto, configurar rectamente la vida social, respetando su legítima autonomía y cooperando con los otros ciudadanos según las respectivas competencias y bajo su propia responsabilidad.

Es impensable la participación si no se conocen los problemas de la comunidad política, de los datos de hecho y de las varias propuestas de solución. En este sentido estamos obligados a conocer a los candidatos, en particular a conocer sus ideas y su proyecto de nación.

El cristiano tiene la obligación de participar en la búsqueda del modelo político más adecuado en la organización y en la vida política de su comunidad. Apoyando este empeño en un proyecto de sociedad coherente a su concepción del ser humano, que expresen sus convicciones acerca de la naturaleza, origen y fin del hombre y de la sociedad.

Los partidos políticos y candidatos. Los partidos políticos tienen la tarea de favorecer una amplia participación y el acceso de todos a las responsabilidades públicas. Los partidos están llamados a interpretar las aspiraciones de la sociedad civil orientándolas al bien común, ofreciendo a los ciudadanos la posibilidad efectiva de concurrir a la formación de las opciones políticas. De los partidos políticos y de sus candidatos queremos escuchar propuestas de gobierno y de reformas legislativas orientadas a superar nuestros principales problemas, que son muchos.

Fortalecimiento del Estado de Derecho y de las Instituciones. Fortalecer al Estado en base a principios éticos es la mejor plataforma social sobre la cual es realizable el compromiso con una cultura de la no-violencia y de respeto a toda vida, una cultura de la solidaridad y con un orden económico justo.

Apreciamos una real división de poderes en el Estado: es preferible que un poder esté equilibrado por otros poderes y otras esferas de competencia, que lo mantengan en su justo límite. Este el principio del “Estado de Derecho”, en el cual es soberana la ley y no la voluntad arbitraria de los hombres.

Todo lo que atañe a la comunidad de los hombres (situaciones y problemas relacionados con la justicia, la libertad, el desarrollo, las relaciones entre los pueblos, la paz), no es ajeno a la evangelización; ésta no sería completa si no tuviese en cuenta la mutua conexión que se presenta constantemente entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre. Cuando la Iglesia anuncia su doctrina social, anuncia a Dios y su misterio de salvación en Cristo a todo hombre y revela al hombre a sí mismo. Es éste un ministerio que procede, no sólo del anuncio, sino también del testimonio

            Por eso una vez más nos remitimos a los principios y valores de la doctrina de la Iglesia. Para la consolidación democrática se requiere una reflexión profunda sobre la Paz, la cual no podrá conseguirse sin un verdadero Desarrollo y la Participación ciudadana de nuestros pueblos, generando un compromiso fraterno y solidario entre todos los mexicanos.

Durango, Dgo., 17 de Junio del 2012                       + Mons. Enrique Sánchez Martínez

Obispo Auxiliar de Durango

Email: episcopeo@hotmail.com

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