E P I S C O P E O La doctrina social en el corazón de la misión de la Iglesia
En los años que han transcurrido desde el nacimiento de la “moderna” doctrina social de la Iglesia el Magisterio ha profundizado gradualmente su naturaleza propia. De esta manera se ha podido evidenciar siempre más su carácter eclesiológico, es decir, su íntima relación con la misión de la Iglesia, con la evangelización y el anuncio de la salvación cristiana en medio de las realidades temporales (Seguimos una conferencia de Mons. Giampaolo Crepaldi sobre doctrina social de la Iglesia).
La misión de servicio al mundo que es propia de la Iglesia, que consiste en ser signo de unidad para todo el género humano y sacramento de salvación, cuenta entre sus “instrumentos” (expresión de la Sollicitudo Rei Socialis, n. 41) también a la doctrina social de la Iglesia.
Esta íntima relación entre doctrina social y misión de la Iglesia encontró una expresión precisa en el número 54 de la Centesimus Annus: «La doctrina social tiene de por sí el valor de un instrumento de evangelización: en cuanto tal, anuncia a Dios y su misterio de salvación en Cristo a todo hombre y, por la misma razón, revela al hombre a sí mismo». Solamente bajo esta perspectiva se ocupa de todo lo demás. El Compendio de la doctrina social de la Iglesia nos lo recuerda con fuerza en el capítulo dedicado a «evangelización y doctrina social» (nn. 60-71).
Los misterios cristianos de la encarnación del Verbo y de la resurrección significan que el mensaje de la salvación, que tiene su culmen en la Pascua, se refiere a todos los hombres y a todas las dimensiones de lo humano, porque «la obra de la redención de Cristo, que de suyo tiende a salvar a los hombres, comprende también la restauración incluso de todo el orden temporal» (Apostolicam actuositatem, 5).
Cuando la Iglesia se interesa por la promoción humana, cuando anuncia las normas de una nueva convivencia en la paz y la justicia, cuando trabaja con los hombres de buena voluntad para instaurar relaciones e instituciones más humanas, “la Iglesia enseña el camino que el hombre debe seguir en este mundo para entrar en el Reino de Dios. Su doctrina abarca, por consiguiente, todo el orden moral y, particularmente, la justicia, que debe regular las relaciones humanas. Esto forma parte de la predicación del Evangelio” (Libertatis conscientia 63). De hecho, el hombre que es el “camino” de la Iglesia, el hombre en concreto, por el cual se interesa vivamente y al cual quiere ofrecer la palabra de la salvación del Señor, no es un hombre abstracto, sino una persona que vive en el mundo, cargado de los problemas y a veces de las injusticias que las relaciones sociales implican.
Proponiendo su doctrina social, la Iglesia no hace más que cumplir con su misión más íntima: “para la Iglesia enseñar y difundir la doctrina social pertenece a su misión evangelizadora y forma parte esencial del mensaje cristiano” (Centesimus Annus, 5). Esto era ya evidente para León XIII, y los es más aún en nuestro tiempo, dado que la doctrina social, sobre todo después del Concilio… ha sido colocada en el ámbito de la teología moral, es decir, al interno de la relación de la Iglesia con el mundo, al interno de la misión de evangelización.
El hecho de colocar la doctrina social al interno de la misión propia de la Iglesia evita que pueda ser considerada como algo agregado o marginal en la vida cristiana; además ayuda a entender el modo en el cual pertenece a un sujeto comunitario. El sujeto adecuado a la naturaleza de la doctrina social no es otro que la comunidad eclesial en su conjunto. La Iglesia “es en Cristo como un sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (Lumen Gentium, 1). La Iglesia es una comunidad orgánicamente viva, constituida y animada por el Espíritu Santo (Jn 15, 16), es un cuerpo que recibe la fuerza de la Cabeza que es Cristo (Ef 4, 15-16).
Esta comunidad orgánica y viva es signo en la historia del amor de Dios por los hombres y de la vocación de todo el género humano a la unidad por ser todos hijos de un mismo Padre. Como tal, ella se asume la totalidad del anuncio de la novedad cristiana y lo transmite, como don de Dios y fruto de la resurrección, a todos los hombres.
Fiel a la Palabra, enraizada en la Tradición, dócil a la llamada del Espíritu, la Iglesia considera también la doctrina social como parte integrante del anuncio que debe encarnar y transmitir. Y precisamente por el hecho de ser la Iglesia un organismo vivo, el sujeto de la doctrina social es la comunidad eclesial en su conjunto. El Compendio de la doctrina social de la Iglesia afirma que “la doctrina social es de la Iglesia porque la Iglesia es el sujeto que la elabora, la difunde y la enseña. No es prerrogativa de un componente del cuerpo eclesial, sino de la comunidad entera: es expresión del modo en que la Iglesia comprende la sociedad y se confronta con sus estructuras y sus variaciones” (n. 79). “Toda la comunidad cristiana”, con un adecuado discernimiento, está llamada a “escudriñar los signos de los tiempos y a interpretar la realidad a la luz del mensaje evangélico”, pero también “cada uno en particular” (Orientaciones para el estudio y la enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia en la formación sacerdotal, 8). “Cada uno por su lado” y “cada uno en particular”: el servicio al mundo para que conozca el camino de su Señor pasa por el compromiso específico y orgánico al mismo tiempo, de todos los miembros de la Iglesia.
Durango, Dgo., 14 de Julio del 2013 + Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango
Email: episcopeo@hotmail.com
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